Paneles solares: la luz al final del túnel para miles de latinoamericanos

Uno de cada cinco latinoamericanos en zonas rurales aún viven sin acceso a la electricidad. Allí, los paneles solares también iluminarán y proveerán agua caliente en casas y escuelas en regiones remotas donde las redes eléctricas nunca han llegado, según estudio del Banco Mundial.

Para la gran mayoría de latinoamericanos el hecho de tener luz en casa o en la oficina les parece algo normal, común y corriente. Sin embargo, tanto en la región como a nivel global, hay millones de personas que aún no cuentan con este servicio básico.

Para los que viven en zonas alejadas donde las redes aún no han llegado, la solución está inclinándose hacia los paneles solares, que ofrecen un servicio que tiene el potencial de cambiar vidas.

El Banco Mundial detalla cuatro cosas que quizás no sabías de la tecnología solar:

Una alternativa rentable

A nivel mundial 1,200 millones de personas viven sin acceso a la red eléctrica,según un nuevo informe del Banco Mundial. Y al no tener una conexión confiable, estas personas gastan unos US$ 27,000 millones cada año en iluminación y tecnología portable para los celulares, muchas veces dependiendo de alternativas ineficientes o peligrosas como los baterías de auto, generadores de queroseno y las velas.

Es un gasto enorme, especialmente para las comunidades sumidas en la pobreza o que son económicamente vulnerables. La energía solar tiene un gran potencial para aliviar esto gasto, reducir el riesgo y ayudar a reducir la pobreza.

Ciudad vs campo

Casi cuatro de cada cinco latinoamericanos viven en las grandes urbes de la región. En este contexto, con niveles de urbanización tan altos existe una brecha significativa entre el acceso de servicios en las ciudades y el campo.

Por ejemplo, mientras casi el 99% de la población urbana tienen luz en casa, fuera de las grandes ciudades, 1 de cada 5 latinoamericanos en zonas rurales aún viven sin acceso a la electricidad.

Para ellos los paneles solares son una manera accesible y rentable de suministrar electricidad para iluminar sus casas, cargar los celulares e incluso escuchar la radio y hasta cocinar.

En Perú, más de 131,000 personas ya tienen luz a través de una iniciativa para aumentar la electrificación rural y unas 8,000 personas más la tendrán para el 2017, la mayoría en comunidades aisladas, pobres y vulnerables.

De manera similar, desde 1999, unos 21,000 sistemas solares se han instalado en áreas remotas en Argentina dando luz a edificios públicos, centros de salud, centros comunitarios y comisarías.

Sin embargo unas 750,000 personas, la mayoría pertenecientes a comunidades indígenas, todavía no cuentan con una conexión eléctrica. Allí, los paneles solares también iluminarán y proveerán agua caliente en casas y escuelas en regiones remotas donde las redes eléctricas nunca han llegado.

“1 de cada 5 latinoamericanos en zonas rurales aún viven sin acceso a la electricidad.”

Una tecnología que se dispara

Por más que la relación entre el sol y la electricidad se conoce desde hace casi dos siglos, es en los últimos años que las inversiones en la tecnología no dependiente de la red energética tradicional se ha disparado.

Según datos del Banco Mundial, en 2015 se invirtieron unos US$ 276 millones en la industria de energía solar, una inversión 15 veces mayor que en 2012. Y esta tendencia sigue en aumento: se estima que existe una oportunidad de mercado equivalente a US$ 3,100 millones con lo que se prevé alcanzar a 99 millones de hogares en todo el mundo para 2020.

Por un planeta más verde

A nivel global, la quema de queroseno para la iluminación genera 240 millones de toneladas de dióxido carbono, lo que equivale a 0.5% de las emisiones globales.

Con solo el reemplazo de las lámparas de queroseno por paneles solares en 2014 en África y Asia se ahorraron 1,4 millones de toneladas de emisiones de carbono.

Cómo región, América Latina tiene un gran potencial para las tecnologías de energía renovable y los paneles solares ofrecen una manera verde de conectar a esas comunidades que aún no tienen acceso a la electricidad a la vez que se contribuyen a reducir las emisiones, cuyos efectos están viéndose cada vez con más contundencia en las variaciones climáticas.

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