¿Reconstrucción del norte dinamizará la economía?

Existe coincidencia en que es imprescindible gastar bien y rápido.

Nuestros economistas debaten sobre el anuncio del MEF de que destinará ingentes recursos fiscales a la reconstrucción del norte y que ello dinamizará la economía. Aquí el diálogo entre Maynardo (M) en favor de la tesis, y Adamo (A), mucho más escéptico.

M: El presidente del BCRP, Julio Velarde, dijo que la reconstrucción del norte del país podría tener un efecto positivo para la economía, pues podría ayudar a dinamizarla. “Suena horrible” –dijo–, “pero a la larga es un mayor gasto que dinamiza la actividad económica”. ¡Keynes vive!

A: Julio Velarde y tú están cayendo en la conocida “falacia de la ventana rota” presentada por el economista francés Frédéric Bastiat hace más de 150 años.

M: A ver elabora…

A: En el ensayo de Bastiat, un chico rompe la ventana de una tienda y el dueño del negocio tiene que reponerla. Un observador del hecho concluye que el chico le ha hecho un gran servicio a la economía, pues el padre del chico tendrá que pagarle al dueño del negocio por el vidrio roto, este a su vez tendrá que pagar al vidriero para que lo reponga, el vidriero podrá gastar ese dinero en comprar comida y, así sucesivamente, se genera un efecto multiplicativo. La falacia consiste en creer que la destrucción de activos y su posterior reposición es beneficiosa para la actividad económica.

M: No creo que sea una falacia. Como decía Keynes, existen circunstancias en que “poner a trabajadores a hacer huecos en las pistas y poner a otros a taparlos” tiene sentido macroeconómico: ayuda a dinamizar el gasto, cuando este está paralizado, como es el caso en el Perú de hoy. Así el gasto de la reconstrucción sí dinamizará la economía.

A: Falacia absoluta. Como explicaba Bastiat, el chico al romper el vidrio ha reducido el ingreso disponible del dueño de la tienda, quien tendrá que gastar en reponerlo en vez de gastar en comida o en ropa. El vidrio roto ayudará al vidriero pero a la vez reduce el ingreso de otras industrias (zapatero, agricultor) que se hubieran beneficiado con el gasto del dueño de la tienda. La destrucción de activos, y su posterior reposición, reduce el bienestar económico de la sociedad.

M: Tengo profundas dudas con respecto a ese razonamiento. Para empezar, la destrucción de activos afecta un stock. La reposición de activos destruidos implica un flujo de recursos. Y el PBI mide los flujos, no los activos de un stock. Además no estamos hablando de un vidriero (sector privado) que lo único que hará es cambiar la composición de su gasto, sino de una situación en la que el Estado se verá obligado a gastar mucho más.

A: Toda esta destrucción lleva a que la sociedad dedique sus escasos recursos (tiempo, capital y trabajo) a reparar el daño, dejando –en el mejor de los casos– el stock de activos en su estado original. Si no hubiese habido destrucción, estos mismos recursos se habrían utilizado en producir más y hacer crecer la riqueza de la sociedad. Si la destrucción fuera buena, entonces habría que demoler edificios, volar puentes y destruir caminos para hacer que crezca más rápido la economía. Absurdo.

M: El argumento de Bastiat supone que la economía está en pleno empleo. Es decir, según Bastiat, el ingreso adicional del vidriero es perfectamente contrarrestado por la reducción de ingresos de alguien más. Pero si la economía no está en pleno empleo, como en el Perú actual, la inversión extra en reponer el vidrio activa la demanda. Así, la “falacia de la ventana rota” no aplica fuera de pleno empleo. Lo que aplica es la visión keynesiana tradicional: a mayor gasto, mayor demanda agregada y mayor PBI, aun si ese mayor gasto es para reparar el daño causado por los desastres naturales.

A: ¡Ay Maynardo! Pero si no compartes mi visión teórica de la economía, al menos le creerás a la experiencia: en el verano de 1983, el fenómeno de El Niño dejó pérdidas por US$ 3 mil 283 millones, lo que representó el 11.6% del producto bruto interno (PBI) de entonces y el PBI cayó 10.4%. Si la reconstrucción hubiera funcionado, no se hubiera visto esta debacle del PBI.

M: En el 83 hubo Niño y, además, un shock muy fuerte a los términos de intercambio, salida de capitales, crisis de deuda…

A: Acepto que en el 83 hubo más shocks de oferta que el puro Niño. Pero vayamos a 1998, cuando se perdieron US$ 3,500 millones por el Niño y el PBI cayó 0.4%. Esta idea keynesiana de que la destrucción y posterior reconstrucción es favorable no tiene sustento en la realidad.

M: Creo que también puedes tener un tema de “timing”. La reconstrucción toma tiempo y por tanto el impacto positivo se reparte en más de un periodo anual. Por eso puede no verse reflejado en el PBI de este año.

A: “Timing” es un término elegante (¿o huachafo?) para referirse a la ineficiencia en el gasto público. Como ha mencionado Carlos Oliva, esto se ha intentado varias veces antes y no funciona como los funcionarios del MEF creen que va a funcionar. En mayo del 2014 se dio un impulso de 3,300 millones de soles para la prevención del fenómeno de El Niño y ese dinero se pudo gastar recién después de dos años, y ni siquiera en prevención.

M: Acepto tu punto de que es imprescindible gastar bien y rápido.
A: Por otro lado, este impulso fiscal incrementará el déficit –no solo aumentará el gasto público, sino que lo hará en un contexto en el que es esperable que se reduzcan los ingresos tributarios. Y ello obligará al MEF a cambiar su meta de reducción del déficit fiscal. Ello haría que el Gobierno pierda credibilidad ante los inversionistas locales y extranjeros.

M: ¡Ay Adamo! Si hay un momento cuando todos entenderán que el déficit fiscal debe aumentar es en las actuales circunstancias. Lo importante es reconstruir rápido para que se genere el impulso dinamizador del que hablaba Julio Velarde. Creo firmemente que así como la Segunda Guerra Mundial sacó a EE.UU. de la Gran Depresión, este programa de reconstrucción incluso a mayor escala que el planteado puede sacarnos del estancamiento de la demanda en el que estamos.

A: Me parece increíble que economistas serios se obnubilen por este espejismo. Como el propio sentido común nos dice, la destrucción nos hace más pobres, nunca más ricos.

M: Parece que no nos entendemos…

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