El peor 'cocktail' de un líder: cuando la ignorancia y la arrogancia se juntan

El crecimiento de una empresa está muy ligado a la satisfacción de las necesidades económicas y afectivas de los trabajadores. El mayor error de un líder sería dejarlas de lado, afirmó Gonzalo Indacochea, gerente de Seminarium Educación Ejecutiva.

(Video:Gestión)

“Un líder debe ser un aprendiz en la vida, porque creerse el ‘sabelotodo’ simplemente le creará problemas. Algunos tienden a ser arrogantes e ignoran el bueno manejo de una empresa, y este es el peor ‘cocktail’ de un líder en los negocios”, sostuvo Gonzalo Indacochea, gerente de Seminarum Educación Ejecutiva.

“Es importante que un líder tenga mentores, pero que no solo base su éxito en los negocios, sino en la vida misma”, agregó. ¿Cómo logramos que esto calce en una empresa? Para el especialista, lo ideal es dar un nuevo giro al balance scorecard, el cual es una medida que busca cubrir las necesidades de una empresa, y las actividades financieras a corto como a largo plazo.

Este resultado se mide en base a relaciones con clientes, aspectos financieros, procesos internos, aprendizaje e innovación. Estos cuatro pilares son importantes, y según Indacochea los nuevos modelos de negocios deben respetar todas las dimensiones de las necesidades de sus trabajadores.

“Si los empleados se van más tarde de su horario habitual, es un claro signo de que algo ‘no va bien’, o que la empresa está creciendo más allá de lo esperado, o que se necesita un mayor número de personal calificado. Recordemos que un crecimiento indisciplinado crea las condiciones para un fracaso futuro. Esto es la ‘borrachera’ del crecimiento”, declaró el especialista en management.

Como parte de este crecimiento es muy importante tomar en cuenta los incentivos que se les ofrece a los trabajadores, como los aumentos salariales.

Esta diferenciación debe ir acorde al desempeño del empleado, pero no debe ser enfocado al 100% en ello, porque podría crear un efecto distorsionado en el rendimiento de cada trabajador.

Según Indacochea, si un líder empresarial solo premia a sus trabajadores con incentivos económicos, estos trabajarán solo para recibir un pago, pero no para lograr excelencia y contribuir al desarrollo de la organización.

Los incentivos tienen que ir acorde al desarrollo personal del empleado, es decir, con capacitaciones por ejemplo, pero que no estén vinculadas solamente a mejorar las tareas del empleado dentro de la empresa, sino que estén ligadas a un mejor entorno personal.

“Aquí es necesario que la empresa apueste por un sistema de ‘coaching’ para sus empleados. Las personas no son máquinas, también tienen necesidades afectivas. Nadie quiere ir a un trabajo en el que el ambiente no es el adecuado. Está bien cumplir las metas económicas, pero también es muy importante mantener buenas relaciones laborales con nuestros compañeros, y más importante con nuestros jefes”, acotó.

Por último, Indacochea resaltó que el buen manejo de una empresa influye mucho en el desempeño de los trabajadores. De esta manera, es necesario que los líderes dejen la arrogancia y se enfoquen en lo que realmente necesitan sus compañías.

“Debemos dar una arquitectura humana a las organizaciones. El liderazgo es clave para mantener el crecimiento, porque de lo contrario conllevará al cierre de una empresa”, puntualizó.

El dato:
El próximo 12 de junio se realizará el Programa de Actualización & Consultoría para Propietarios en el Club de la Banca, organizado por Seminarium Perú. El evento abarcará temas de gestión financiera, planificación estratégica, plan de negocios y empresas familiares.

ÚLTIMA HORA ver todas

BLOGS ver todos

Revolución digitalPablo Bermudez

Bye bye Dubai... ¡Bienvenido NEOM! (1 de 3)

Herejías EconómicasGermán Alarco

Plan Estratégico de Desarrollo Nacional (PED...

El Vino de la Semana

Pisco, amor por el Perú

Te lo cuento fácilAlumnos de la Universidad del Pacífico

Guerra en Ucrania: un breve análisis del fac...

Economía para todosCarlos Parodi

Estados Unidos y China

WALL STREET VER TODOS

Será noticia

JOSÉ ANTONIO MONTENEGRO