Melbourne (AFP).- En un lugar secreto del sureste de Australia, Peter Crook, cuida una plantación de marihuana que tiene cerca de dos meses, una generación de “plantas madres” que fundará la industria local de marihuana medicinal.
Las plantas, que le llegan a la rodilla, son algunas de las 50 “plantas madres” autorizadas por el gobierno que serán clonadas en el futuro para fundar la industria local de la marihuana medicinal.
“Creo que Australia va a competir en las ligas mayores, tanto en investigación en agricultura como en tecnología médica”, dijo Crook, presidente ejecutivo de Cann Group Limited, la firma que se adjudicó el primer permiso de cultivo.
Siguiendo los pasos de una tendencia mundial, ya probada en países como Canadá, Israel, en varios estados de Estados Unidos y Uruguay, Australia ha señalado su intención de crear una industria local.
Pero aunque un palimpsesto de leyes aseguran el derecho de los pacientes desesperados, la falta de confianza de los facultativos a la hora de dar las prescripciones actúa como un impedimento.
Pese a que el uso recreacional de la marihuana sigue siendo ilegal en Australia, varias leyes aprobadas el año pasado permiten su uso medicinal. Desde entonces se han emitido decenas de licencias para el cultivo y la investigación para la producción.
En el mercado bursátil local hay cerca de una decena de empresas relacionadas con este sector y se proyectan inversiones por cerca de decenas de millones de dólares para pruebas clínicas sobre sus efectos para tratar enfermedades como la epilepsia y para aliviar a los enfermos terminales.
Tras el reconocimiento de los efectos de la planta en el tratamiento de los dolores crónicos, la artritis y las migrañas, el mercado global de la marihuana podría alcanzar un valor de US$ 55,800 millones en 2025, con países como Estados Unidos, Canadá e Israel a la cabeza de este negocio.
Gobierno conservador
Pero a diferencia de otros mercados que dan un acceso más abierto a los pacientes, Australia tiene un gobierno “muy conservador”, que quiere poner por delante un marco regulatorio, explicó Adam Miller, fundador de la empresa médica especializada en el cannabis BuddingTech.
“Están haciendo las cosas respetando todas las reglas, para que cuando se requieran evidencias para satisfacer, no sólo al gobierno australiano, sino también a otros gobiernos, y a los médicos, se puedan exportar estos productos a otros países”, dijo.
El año pasado, los investigadores de la Universidad de Sídney estimaron que el mercado local de la marihuana medicinal tendría un volumen de cerca de 100 millones de dólares australianos (75 millones de dólares) anuales.
Miller, que llegó a este sector cuando investigaba sobre tratamientos alternativos para la enfermedad de su madre, dijo que la apertura del mercado local requiere que haya un acceso fácil para los pacientes e información para los médicos.
Pero sin comprometer la integridad de la industria farmacéutica.
“Cualquier producto nuevo que vayamos a distribuir a un amplio número de pacientes tiene que pasar por los mismos mecanismos que cualquier otra droga, el cannabis no es diferente”, dijo.
Los médicos admiten el uso potencial que puede tener la planta para los cuidados paliativos, contra la epilepsia y los espasmos, pero son cautos con respecto a un uso más amplio, argumentando que no hay suficientes pruebas científicas.
“Ha estado disponible desde la prehistoria y si fuera la panacea para todo tipo de enfermedades como dicen algunos, entonces se habría usado durante largos periodos”, dijo el presidente de la Asociación Australiana de Médicos, Michael Gannon.
‘Muy enfadados’
Para muchos, los cambios son demasiado lentos. Arielle Harding tuvo su primer episodio de epilepsia a los 15 meses de edad. Llegó a sufrir 100 crisis diarias. El tratamiento con remedios tradicionales empeoró su situación.
Totalmente desesperados, sus padres intentaron recientemente administrarle pequeñas dosis de Cannabidiol CBD, un compuesto de marihuana sin efectos psicoactivos disponible en forma líquida. Ahora la niña de cinco años muestra síntomas de una mejoría.
“Al principio estábamos dichosos por lo ocurrido, pero después no dimos cuenta de que también estábamos muy enfadados, cuando nos dimos cuenta de que esto podría haber pasado hace tres años y eso habría marcado una enorme diferencia”, señaló Tim, padre de Arielle.
El aceite de CBD permitido que compra no es un elixir, pero al igual miles de personas que usan el cannabis en Australia, Harding afirmó que no puede explorar más allá el uso de la droga por miedo a romper leyes que son complejas.
Según una encuesta realizada en 2015 por Roy Morgan más de un 90% de los australianos apoyan una legalización de la marihuana para tratar enfermedades graves, pero sus partidarios denunciaron una lucha por reconocimiento debido al estigma que carga la sustancia, “demonizada” en el pasado.
“Es muy importante darse cuenta de que se pueden obtener beneficios medicinales de los cannabinoides sin que necesariamente la persona esté drogada”, explicó Iain McGregor, académico que dirige el centro de estudios sobre el cannabis de la Universidad de Sídney.
“Se pueden separar los efectos excitantes del uso recreacional de los efectos terapéuticos, y eso permitiría que los médicos los prescriban con más confianza”, indicó.
A medida que van cambiado las percepciones y esto estimula que haya más investigación, McGregor se declaró optimista sobre el potencial de la planta para “una amplia gama de enfermedades que actualmente son muy difíciles de tratar”.