El Big Bang digital en la banca

Al hecho de que la banca cuente con una regulación bastante estricta, ha tenido que actuar con el peso del llamado “legacy” tecnológico, señala David Tuesta del BBVA Research.

David Tuesta
Economista Jefe para Inclusión Financiera de BBVA Research

La intermediación financiera acelera su transformación. Más allá de la consolidación histórica de la banca, pocos avances verdaderamente disruptivos han removido esta industria hasta el siglo pasado; más allá quizá de la introducción de la tarjeta de crédito o del cajero automático.

La banca, es cierto, ha sido de los primeros en introducir tecnología punta en su funcionamiento, primero con los grandes centros de computación en los años 50-60 y luego con su entrada en Internet alrededor de los 90.

Aquella era aún una época en que dichas inversiones millonarias significaban (entre otras cosas) elevar las barreras de entrada al mercado financiero de otros jugadores. Esto, sin embargo, ha cambiado radicalmente en la era digital.

La Ley de Moore, planteada por el cofundador de Intel en 1965, que predecía que cada dos años se duplicaría el número de transistores en un circuito integrado, ha devenido en un incremento brutal de la capacidad de almacenamiento y en la velocidad de procesamiento de datos, llevando a un derrumbe de los costes.

Por ejemplo, el precio de un gigabyte ha pasado de 50 euros en 1985 a cerca de un céntimo a día de hoy; y seguirá cayendo.

Se estima que en cinco años el mundo contará con 40 zetabytes de información a disposición para ser explotada, lo que representa casi 60 veces el total de granos de arena de todas las playas del mundo.

Fotos, vídeos, interacciones en las redes sociales y otro tipo de información que va dejando huella en el ciberespacio, y que interactúa de manera perfecta con los dispositivos móviles, continúa incrementando el flujo de datos en todo momento y lugar.

En este contexto de “data-análisis” intensivo, o Big Data, han venido surgiendo, desde principios de este siglo, nuevas empresas que han impulsado grandes transformaciones en industrias tradicionales como la de los libros, la música o los viajes.

La base de esta disrupción ha sido el aprovechamiento del almacenamiento y procesamiento en la nube, o lo que es lo mismo, el Cloud Computing.

El sistema financiero, en ese entonces, no fue transformado directamente pero sí de forma indirecta con la introducción paulatina de nuevas plataformas de pago más ágiles y baratas con lo que se cerraba de manera casi perfecta el círculo de la generación de valor en el comercio electrónico, dejando con un pie afuera a varias instituciones financieras.

Y ahora, estos jugadores digitales se encuentran brindando soluciones en prácticamente todos los campos, como es el caso de los préstamos tipo P2P o Crowdfunding, donde ya se aprecia una interesante penetración tanto en países desarrollados como emergentes.

El hecho de que estos actores no sean entidades financieras y actúen de manera global a través de la web, y que sólo realicen funciones “parciales” de un banco, los deja todavía con poca presión regulatoria y supervisora, lo que les ha permitido ir avanzando de manera más rápida.

Adicionalmente al hecho de que la banca cuente con una regulación bastante estricta, ha tenido que actuar con el peso del llamado “legacy” tecnológico, producto de la agregación de sistemas informáticos heterogéneos en su transformación durante décadas, mientras que los nuevos actores digitales han nacido sin esas ataduras, lo que les ha permitido en muchos casos, ser los primeros en poner a disposición soluciones financieras con cero fricción, bajo coste y de alto valor a la experiencia del cliente.

Todos estos vectores de avance en el mundo digital plantean un nuevo ecosistema para el sistema financiero donde habrá que observar las futuras interacciones de cuatro actores: la banca tradicional, los nuevos jugadores digitales, el regulador y los consumidores.

Primero, la banca tradicional, evidentemente deberá darle mayor impulso a su ímpetu innovador para equiparar la frescura y rapidez con la que los nuevos actores digitales han venido generando este Big Bang financiero.

Segundo, los “players” digitales tendrán también que aprender a jugar con las leyes de una regulación en un sector altamente sensible.

Tercero, el regulador deberá estudiar, conocer y adaptarse a los aportes que traen el Cloud Computing y el uso del Big Data a la sociedad. Y finalmente, queda por ver cómo las nuevas generaciones de consumidores van planteando sus nuevas exigencias y necesidades en este mercado.

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