PULSO PERÚ. Mucho se ha dicho y escrito sobre el etiquetado de los alimentos procesados, en especial sobre la necesidad de incluir información de su contenido de sodio, azúcares y grasas. Se han pronunciado el Ejecutivo, el Congreso, las empresas y los gremios que las representan, y las asociaciones de consumidores, pero faltaba la palabra de los propios consumidores. La encuesta Pulso Perú cubre en parte ese vacío y presenta resultados que podrían sorprender a algunos.
El 97% considera que las etiquetas de los productos alimenticios deben mostrar una alerta que indique el nivel de sal, grasas o azúcares que contienen, un porcentaje que indicaría que existe consenso entre los peruanos sobre ese tema (la encuesta se realizó a nivel nacional). Sin embargo, todavía existe mucho por hacer para aumentar el grado de madurez del consumidor, pues solo el 55% lee la información de las etiquetas y, de ese grupo, la tercera parte no la entiende.
En tanto, el 55% dice haber modificado sus hábitos de consumo tras el caso Pura Vida. Entre esos cambios figuran haber dejado de comprar leche evaporada, leer la información de las etiquetas, buscar información de los productos y estar más atento a la publicidad. Pero no solo los consumidores han reaccionado ante ese caso de información incompleta, pues el Ejecutivo se acordó que la Ley de Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes llevaba cuatro años sin contar con su reglamento.
La norma fue finalmente publicada a mediados de junio y fija los parámetros y plazos para que las empresas informen adecuadamente sobre el contenido de sustancias nocivas para la salud. Entrará en vigencia a mediados de diciembre, aunque considerando que las autoridades no suelen cumplir los plazos que ellas mismas se fijan, habrá que estar atentos.
El reglamento es un primer paso, pues contar con mayor información es pieza fundamental para la economía de mercado y la experiencia en otros países demuestra que las empresas casi no se han visto afectadas en sus ventas, por el contrario, han encontrado la manera de mejorar sus productos. Sin embargo, si bien la población reacciona bien ante el nuevo etiquetado, el impacto no se sostiene en el tiempo.
Además, un asunto que ni la ley ni su reglamento contemplan es la lucha contra la producción informal de alimentos procesados. Para lograr un cambio de hábitos y fomentar la alimentación saludable no siempre se debe recurrir a la regulación. La educación puede hacer tanto o más a largo plazo que las leyes y reglamentos.