AFP.- La decisión del presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París puede explicarse por su visión de ese compromiso como una camisa de fuerza que le impedía cumplir sus promesas de campaña en materia de política económica.
Trump fue elegido en parte gracias al voto en los estados industriales y los mineros, a quienes prometió relanzar industrias tradicionales como la automotriz, la siderurgia y el carbón, así como el fortalecimiento de la producción petrolera a partir de esquisto.
Es la razón por la que, al hacer el anuncio el jueves, dijo que había sido elegido “para representar a los ciudadanos Pittsburgh, no de París”.
Pittsburgh fue por mucho tiempo la capital industrial de Estados Unidos, el lugar donde el magnate Andrew Carnegie construyó su fortuna en el siglo XIX.
Sin embargo, el ejemplo mencionado por Trump no fue el más adecuado, ya que el alcalde de Pittsburgh, el demócrata Bill Peduto, anunció públicamente que la ciudad mantendría todos sus compromisos adoptados por el Acuerdo de París.
Donald Trump, al mismo tiempo, menciona asiduamente un estudio del Instituto Nacional de Investigación Económica (no gubernamental) donde se afirma que el Acuerdo de París “podría costar 2,7 millones de puestos de empleo hasta 2025”, siendo que “440.000 de ellos en la industria manufacturera”.
Sin embargo, no menciona los dos de la Oficina Nacional de Estadísticas (gubernamental) que ya en 2013 estimaba en 3.5 millones el número de empleos “verdes” en la economía estadounidense.
Según la Agencia Internacional de Energías Renovables, 777,000 personas trabajaban en Estados Unidos en el 2016 en el sector de energías renovables, exceptuando a energía hídrica, con un crecimiento 17 veces superior al resto de la economía estadounidense.
Por eso, la decisión de salir del Acuerdo de París fue denunciada inmediatamente por la mayoría de las grandes empresas estadounidenses, incluyendo de la industria y de la energía que en años recientes se orientó hacia recursos renovables y menos contaminantes.
EE.UU. primero
“Estados Unidos primero” ha sido la consigna de Trump desde su campaña electoral y comenzó a poner esa idea en práctica al asumir el poder.
Desde esa perspectiva, el Acuerdo de París es “desventajoso para Estados Unidos”, un país que Trump considera el “líder mundial en términos de protección ambiental”.
No obstante, se olvida de recordar que es también el segundo mayor emisor mundial de carbono, después de China.
El Acuerdo de París prevé transferencias de dinero de los países ricos hacia los menos preparados para permitirles financias su transición energética.
Según Trump, ese compromiso hizo que Estados Unidos asuma “una deuda de unos US$ 20,000 millones, al tiempo que ciudades no tienen dinero para contratar policías o reparar su infraestructura vial, o millones de personas están desempleadas”.
En este sentido, deja de lado que se trata de la mayor economía mundial en términos de producción, que representa casi el 25% del PBI mundial y que la tasa de desempleo estaba en mayo en 4.3%, el nivel más bajo de los últimos 16 años.
Durante toda la campaña electoral y aún después de su elección, Trump buscó deshacerse del legado de su predecesor Barack Obama, tanto se trate del sistema de seguro de salud o de la protección al medio ambiente.
Por eso, se empeñó en un proceso de remoción generalizada de reglamentaciones. Para el presidente, los compromisos asumidos por Estados Unidos en París representaban frenos a las empresas, especialmente en el sector de energía, al impedirles explotar las riquezas del país.