*(Bloomberg)*La furia de los venezolanos es global. Roy Chaderton, un destacado miembro del servicio diplomático del país, lo descubrió cuando le arrojaron basura en una calle de Madrid.
Un video recorrió los sitios de las redes sociales. Lo mismo sucedió con un clip de Eugenio Vásquez Orellana, presidente del Banco de Venezuela en tiempos de Hugo Chávez, huyendo de una panadería en Miami al grito de “¡Fuera!” Expatriados le gritaron “asesina” a la ex ministra de Chávez, Maripili Hernández, en Barcelona y persiguieron a la hija del alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, por Bondi Beach en Sídney, todos incidentes captados en teléfonos inteligentes.
Esto es el “escrache” (en español en el original), una palabra para referirse a la vergüenza pública, en este caso de personas vinculadas al gobierno del presidente Nicolás Maduro o su predecesor y mentor, Chávez.
Observando desde lejos las protestas diarias que desgarran a su patria y ya han cobrado al menos 54 vidas, los venezolanos están utilizando la táctica para clamar contra la miseria del hambre generalizada y el aumento de la delincuencia en el país después de 18 años de gobierno socialista.
Los chavistas han llevado al país a un colapso económico sin precedentes en la historia moderna, y muchos en el régimen de Maduro han sido acusados por los Estados Unidos de actividades criminales como narcotráfico y lavado de dinero.
Los activistas del escrache tienen un público atento en Twitter, Instagram y WhatsApp en todo el mundo, como Nillson Castillo, un abogado de 26 años que partió de Caracas en septiembre rumbo a Santiago, Chile.
“Me siento bien de ver cómo la gente apunta a aquellos que se han robado el dinero venezolano, a veces, siento lástima por ellos, no debe ser fácil no poder estar tranquilos, y acto seguido, recuerdo que, como yo, muchos otros venezolanos tuvimos que dejar un futuro en nuestro país para echarle pichón en el extranjero en cualquier puesto de trabajo”.
En Venezuela, las redes sociales explotan con publicaciones e imágenes de #escrache. Apareció el embajador en Suiza siendo insultado en un supermercado, y un dirigente del Quinto Movimiento de la República de Chávez interrumpido con preguntas en una conferencia de derechos humanos en Líbano.
Un mapa de Google que pretende mostrar dónde viven los familiares de miembros de la administración de Maduro en todo el mundo circuló velozmente en los espacios de chat.
¿Va demasiado lejos?
Ese es uno de los puntos donde la balanza se inclina y el escrache se vuelve polémico --apuntar a personas ajenas a los chavistas salvo por la sangre o la amistad. Freddy Guevara, legislador de la oposición, aconsejó no llevar las cosas demasiado lejos.
“Esto generará controversia, pero debo decirlo con claridad: no es correcto ni moral acosar a los hijos de los funcionarios”, dijo en Twitter.
Hizo el comentario cuando se publicó un video de la hija del alcalde de Caracas, seguidor de Maduro; una mujer que la perseguía gritó: “Debe ser bonito vivir aquí mientras matan a los estudiantes. ¡Respóndeme! ¡Hay gente muriendo por culpa de tu padre!”
El escrache en general es bastante criticado. Algunos detractores se quejan de que no logra mucho más que dar un poco de satisfacción a “las personas que tienen toda esta rabia interior”, en palabras de Alex Yllarramendy, un ingeniero de sonido venezolano que vive en Barcelona y critica regularmente al régimen de Maduro en Twitter. Los expatriados, dijo, deben poner su energía en documentar cómo viven a lo grande algunos chavistas en el exterior y compartirlo con los simpatizantes de Maduro. “Ese mensaje sería más eficaz.”
Se cree que funcionarios venezolanos y ejecutivos de negocios estrechamente vinculados al gobierno sacaron miles de millones de dólares del país generados durante un auge petrolero hace una década.
Esa riqueza es particularmente evidente en las mansiones que poseen en ciudades como Miami y Ciudad de Panamá.