Bloomberg.- La caja llega a la puerta de Pedro Key una vez al mes y contiene arroz, pasta, aceite y legumbres en un intento de asegurar el futuro del presidente venezolano Nicolás Maduro.
“Si no fuera por el gobierno, moriríamos de hambre”, dijo el herrero retirado de 64 años una tarde reciente luego de recibir los alimentos subsidiados por los que paga apenas monedas. “Si la oposición tuviera poder, nos quitaría lo poco que tenemos”.
En momentos en que las reservas en moneda extranjera se encuentran en el nivel más bajo en 15 años tras años de política económica desastrosa, Maduro está atrapado entre satisfacer a los acreedores o a los votantes como Key, a los cuales les resulta muy difícil acceder a productos básicos como carne bovina, pollo y leche.
Las entregas, conocidas como CLAP (sigla de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción), se han vuelto tan indispensables que, cuando no llegan, estallan violentas protestas. Cuando Maduro dijo la semana pasada que renegociaría la enorme deuda de más de US$ 140,000 millones del país, privilegió la mantequilla sobre los bonos.
Obtener nuevo financiamiento es difícil dada la creciente reputación tóxica del gobierno autoritario y las sanciones de EE.UU., que prohíben a los estadounidenses recibir nuevos bonos en el marco de una reestructuración. Pero en lugar de limitarse a declarar un default, Maduro ha convocado a los acreedores a Caracas el 13 de noviembre para evaluar nuevas condiciones.
Al evitar una situación de caos, el país puede conservar el control de los activos de producción de petróleo, usar sus US$ 9,700 millones de reservas para importar productos y mantener el flujo de distribución de alimentos y otra asistencia social.
“Es mucho más un plan político que económico”, dijo José Guerra, un legislador opositor que preside la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional. “Necesitan algún tipo de alivio, de flujo de dinero. No tienen otra forma de financiar las importaciones”.
Desde que los socialistas llegaron al poder en 1999, las autoridades contaron con los crecientes precios del petróleo para garantizar que los tenedores de bonos recibieran sus pagos.
Pero las reformas destinadas a hacer frente a la fuerte caída del precio del crudo, que sostiene la economía venezolana, no se concretan y los economistas advierten que el gobierno no puede recortar más el gasto.
Según la consultora de Caracas Datanálisis, las importaciones, que comprenden desde alimentos básicos hasta autopartes, productos electrónicos y medicamentos, han declinado este año a una cifra estimada de US$ 15,000 millones, en comparación con US$ 66,000 millones en el momento culminante del auge petrolero, en 2012.
La crisis ha llevado a muchos a ajustarse el cinturón en tanto a los venezolanos les cuesta acceder a productos básicos o saltarse más comidas. Un estudio determinó que los adultos han bajado un promedio de 8.6 kilos (19 libras) el año pasado como consecuencia del desabastecimiento.
En la capital, Caracas, los más desesperados abren bolsas de basura y siguen a los camiones de recolección de residuos mientras cargan los desechos de restaurantes. Los niños que mendigan frente a restaurants elegantes se han vuelto un espectáculo habitual.