Ferda Akkerman, el embajador de Turquía en el Perú, comenta que, en ocasiones, la vida que rodea la profesión diplomática puede ser muy estructurada.
Por eso, durante su tiempo libre, busca equilibrar esa dinámica con actividades más distendidas, como ir al cine con su familia, pasear en auto sin chofer asignado y caminar por el parque. En suma, “hacer lo que hacen las demás personas”.
¿Cuál fue su motivación para hacer carrera en la diplomacia?
Mi padre era consejero comercial y trabajó mucho tiempo en el extranjero. Por esta razón, crecí en un contexto relacionado a la diplomacia. A pesar de que hubo ciertas dificultades, descubrí que me agradaba muchísimo viajar, conocer nuevas culturas y los diferentes colores del mundo.
¿Cómo se preparó antes de venir a Perú?
Antes de asumir el cargo tuve tiempo para aprender sobre historia, cultura, geografía, etc.
¿Le ha resultado difícil acostumbrarse a la cultura peruana?
La cultura turca y la peruana son muy distintas. Pero estos contrastes no son tan marcados como ocurre con otros países, principalmente por razones históricas: Perú también ha tenido influencia del Mediterráneo y del Medio Oriente a través de España.
¿Qué extraña más de Turquía?
En general, a mi familia y amigos. Por supuesto, extraño a Turquía en su totalidad porque es mi hogar. También la comida. Es muy raro poder encontrar platos turcos en el Perú y hay muy pocos restaurantes de mi país.
¿Qué le gusta más del Perú?
Sobre todo la gente. Son personas calmadas y tolerantes. No me siento como un extranjero y tampoco creo ser visto como tal. También me gusta mucho la naturaleza, la historia, la creatividad artística y, por supuesto, la comida.
¿Hay algo que no le agrade?
Solo el tráfico de Lima. Cada nación tiene sus temas marcados, pero en el Perú no hay algo serio que podría molestarme. Vivir aquí no es difícil, a diferencia de vivir en algún país que no tenga buenas relaciones con Turquía, por ejemplo.
¿Ha visitado otras ciudades además de Lima?
Muchas. Pero el Perú tiene un territorio muy vasto y ver toda su riqueza natural requeriría de mucho tiempo, tal vez de una vida entera.
Usted representa a su país todo el tiempo, ¿cómo separa el aspecto laboral del personal?
En la vida diplomática hay toda una estructura, entonces ser “normal” como el resto es difícil porque todos me ven como el embajador de Turquía estando o no dentro del horario de oficina. Sin embargo, trato de ser yo mismo y comportarme como cualquier otra persona, aunque entiendo que no es fácil hacer esa distinción.
¿Tiene algún pasatiempo que guste de realizar?
Tengo varios, pero uno de los que he desarrollado más en el Perú es jugar bridge, un juego de cartas, con amigos embajadores algunos fines de semana.
¿Qué proyectos planea cumplir en Perú?
Seguir trabajando en las negociaciones del TLC y en el acercamiento de los inversores turcos. También poder mejorar nuestras relaciones atrayendo el interés mutuo. ¿En líneas generales, cuál es el balance?
La embajada en el Perú tiene siete años, es un tiempo corto en el que se han hecho algunas cosas, pero aún queda mucho por realizar.
¿Cuál es la meta personal que desea alcanzar?
Mi meta es ser exitoso. También quisiera ser recordado por las buenas cosas que realicé, por la contribución, aunque sea modesta, que pude hacer al país. Deseo que piensen en mí como un buen representante de mi país y como una persona feliz en esta vida.