Esta semana, se realiza la décimo octava edición del Festival de Cine de Lima, evento en el que se proyectan más de 400 películas en 40 espacios, vienen unos 100 invitados internacionales, y se realizan talleres y conferencias sobre cine latinoamericano.
Para ‘armar’ un evento cultural de esta naturaleza, Marco Mühletaler, jefe de proyectos del Centro Cultural de la Universidad Católica, señala que se necesita un promedio de S/. 2 millones. ¿De dónde sale ese dinero? Además del apoyo de diversas entidades, tienen un sistema de presentadores, auspicios y patrocinios, que aportan US$ 50,000, US$ 35,000 y US$ 15,000, respectivamente.
“El festival ha crecido muchísimo. Empezó con dos a tres salas, unas cuantas películas y con alrededor de S/. 40,000. (El presupuesto de hoy cubre) desde invitados, pasajes, alojamiento, toda la producción del festival, el equipo humano, espacios, todo”, explica Mühletaler, miembro del equipo organizador.
Del total del presupuesto, la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) cubre el 30%, el aporte más grande al festival. También apoyan los gobiernos regionales y locales, con locaciones y espacios, que cubren un 5%. El aporte en efectivo de la empresa privada está en un 12% a 15%. Y, a través de canjes de servicios, cubren un 50%. Finalmente, la venta de entradas y merchandising puede llegar a cubrir un 20% del costo total del evento.
“Con el BBVA, El Comercio y Petrobras, tenemos una alianza de largo aliento. (Estos) presentadores son los que aportan más. Los más variables están en los patrocinadores y auspiciadores. Son categorías distintas y escalonadas, tienen mucha más rotación”, indica.
“La empresa privada está muy por la labor del festival y está apoyando muchísimo y de maneras muy variadas. Que queremos que sea más, sí, y que llegará, también. Es parte de la capacidad de gestión (…) El apoyo del gobierno central y los locales está creciendo. El Ministerio está trabajando cada vez más en apoyo al cine y eso irá creciendo o no, será la capacidad del festival de encontrar los nexos correctos. Los procesos son más lentos, se cocinan más lento pero van llegando”, manifiesta.
Para Mühletaler, una de las trabas en la gestión del Festival son los canales de distribución.
“Ahí todavía tenemos muchísimo por recorrer, es decir, tenemos que hacer mucho más fácil al espectador poder ver las películas, poder acercarse al festival. Ya lo estamos logrando y saliendo en salas comerciales, tenemos que lograr mucha más calidad de información, que esta sea mucho más cercana y fácil de tener a la mano”, sostiene.
Además del evidente aporte del festival como evento cultural, Mühletaler expresa que también constituye un motor para la dinamización de la economía, específicamente en sectores relacionados al turismo como el hotelero.