Edwin Chávez se graduó como ingeniero eléctrico en Rusia, en donde conoció a su esposa. Es así que hoy en día, por estudios y vida personal, ha adoptado como segundo idioma el ruso, el que practica en casa con su familia.
El ejecutivo ecuatoriano se desempeña como CEO de Perú, Ecuador y Bolivia desde hace 17 años, cuatro de los cuales suma en nuestro país. Por ello, cuenta que si tiene que rescatar una lección de cada lugar en que vivió, esta giraría en torno a las variadas culturas.
¿Cómo así decidió estudiar en Rusia?
Yo quería ser oficial de Marina, pero tras navegar durante un año me di cuenta que no era mi vocación y decidí ser ingeniero. Estudié un año en Ecuador y luego me enteré de una beca en Rusia, entonces Unión Soviética. La gané y me fui. Allá aprendí a hablar ruso.
¿Aún practica ese idioma?
Sí, en mi casa. Mi esposa es rusa, la conocí en la universidad, así que hablo ese idioma con ella y con mis hijas. También con algunos amigos. El ruso es mi segundo idioma y el tercero es el inglés, que también practico en el Perú.
¿Cuánto tiempo ya vive aquí?
Desde el 2013. Es muy interesante vivir fuera de tu país porque uno aprende a conocer otras culturas. Mientras más conoces, tu enriquecimiento es más grande. Mi primera experiencia al respecto fue en Chile.
¿Cómo le fue entonces?
Me gustó mucho Santiago. Ahí aprendí que cada nación tiene sus pros y sus contras, y uno debe adaptarse a cada cultura, no criticarla. Igual fue un reto dirigir un país como Chile, más allá por los estereotipos, al venir desde un país pequeño.
¿Qué habilidades blandas considera que debe tener un jefe?
Yo no hablo de jefes, yo hablo de líderes, porque ser jefe es fácil, lo complicado es ser un líder que motive e instruya, que dé el ejemplo y empuje hacia un objetivo.
¿Usted considera que cumple esos requisitos?
Los resultados que hemos tenido en la empresa me dan la sensación de que sí, que los cumplo. Obviamente, hay que prepararse para eso, y yo siempre tuve la decisión de formarme como líder.
¿De qué manera?
Corrigiendo muchas cosas, taras que tiene el ser humano, como la arrogancia, el saber aceptar la crítica, cosas que le cuestan al hombre y que son fundamentales para formarse como líder.
¿Se siente a gusto con estas labores?
Sí. Una de mis pasiones es formar y liderar gente. Me encanta poder brindarle la oportunidad a los jóvenes, como me la dieron a mí. A veces hay que empujarlos y darles la chance, ver si desarrollan su potencial.
Fuera del trabajo, ¿qué le gusta hacer?
Uno de mis pasatiempos es cocinar. Lo rico es cuando encuentras con quién hacer eso.
¿Cuáles son sus especialidades en la cocina?
Tengo varias. Por ejemplo, mejillones al vino blanco, salmón, ceviche ecuatoriano, que es diferente al peruano, es más parecido a una sopa fría picante. Y también me he especializado en carnes argentinas y uruguayas.
¿Ha aprendido a cocinar platos peruanos?
Algunos locales y otros experimento. Los preparo en mi casa con amigos. Ya nos sentimos chefs, probamos nuestros resultados y hablamos del secreto de las recetas, algo que no me habría imaginado que haría hace cuatro años.
¿Practica algún deporte?
Jugué mucho fútbol hasta los 33 años, después lo dejé. Ahora mi ‘deporte’, además de montar bicicleta de vez en cuando, es el cuidado de la alimentación. Es difícil, pero tengo disciplina.
¿Colecciona algunos objetos en particular?
Soy apasionado del modelismo naval. En Chile, una persona me hizo cuatro barcos a mano, los cuales conservo en mi casa. Son reliquias y ejemplo de muchas cosas.
¿Cómo qué?
Tenacidad, por ejemplo. Es que cada barco fue hecho a lo largo de un año cuidando todos los detalles.