(Bloomberg).- Más allá del bar y la piscina flanqueada por palmeras, de las columnas con láminas de oro y los murales que van del piso al techo, los trabajadores del magnífico Faena Hotel Miami Beach se preparan para la furia del huracán Irma.
Su tarea inusual: fortificar las cuatro capas de vidrio a prueba de balas que recubren una escultura dorada de 24 quilates del esqueleto de un mamut, que costó solo US$ 17 millones. Tal como el mundo de fantasía del Faena, la obra en tamaño real de Damien Hirst, ahora enfundada en un capullo protector de materiales como pilones de acero, es un monumento a la riqueza que rodeó a Miami mientras crecía hasta transformarse en lo que alguien apodó alguna vez el sexto distrito de Nueva York.
Mientras miles de personas marchaban al norte a lo largo de la Interestatal 95 el jueves para huir de Irma, la ciudad pasaba por un ajuste de cuentas tras una era de desarrollo veloz que la transformó en un centro internacional de los negocios y la cultura. El enorme flujo de dinero que empezó a llegar en los noventa, la “era Madonna” de South Beach, acarreó una escasez de desagües adecuados y tendidos eléctricos, carreteras y puentes golpeados por tormentas.
Desde el 2011, se levantaron más de 400 torres de apartamentos de lujo en un área ubicada precariamente entre la playa y un pantano. Junto al hotel sobre el agua, Faena House atrajo a financistas como Lloyd Blankfein, de Goldman Sachs Group Inc., y Kenneth Griffin, de Citadel LLC, para que invirtiesen decenas de millones de dólares en condominios trofeo.
Ahora llega Irma, la tormenta más poderosa que afectará la zona desde la llegada de Andrew en 1992, que causó decenas de muertes y US$ 23,500 millones en daños en el estado. Todavía no se puede calcular el costo humano y económico de Irma en Florida, pero las estimativas de daños ascienden a US$ 130,000 millones.
Evolución
Miami atravesó una evolución vertiginosa, desde el Rat Pack en el Fontainebleau y las olas de jubilados neoyorquinos en los sesenta hasta los “cowboys de la cocaína” y la avalancha de refugiados cubanos por el éxodo del Mariel en 1980. Luego, en la primera década del siglo XXI, llegó la lluvia de dinero por un boom económico sin precedentes en América Latina, que provocó una explosión de torres de apartamentos y mansiones con coches Maserati estacionados enfrente.
“Siempre fue una ciudad en constante cambio”, dijo Paul George, un profesor de Miami Dade College que escribió 15 libros sobre la historia local. “Pero los cambios de los últimos 10 años han sido revolucionarios”.
Ahora le tocará la peor parte de Irma, una tormenta del tamaño de Francia. En el Museo Bass de Miami Beach, que tenía programado reabrir el mes que viene tras una renovación que costó US$ 12 millones, los trabajadores quitaban de la fachada la instalación de neón “Eternity Now”, de Sylvie Fleury. A lo largo de la bahía Vizcaína, en el Museo Pérez, bolsas de arena y plástico bloqueaban la entrada y los trabajadores pensaban cómo fortificar una colección de esculturas al aire libre.
“Siempre es temible y peligroso. Uno no puede arriesgarse”, dijo Craig Robins, cuya empresa, Dacra Development Corp., es una de tres que invierten en proyectos inmobiliarios en el Miami Design District. “A esta altura no hay mucho que hacer. Se puso todo a cubierto y ahora solo queda rezar. Uno reza para que la tormenta se vaya al mar o se debilite”.