Bloomberg.- Un juez federal va a decidir el destino de una ley del estado de Arizona que obligó al distrito escolar con mayoría latinoamericana de Tucson a cerrar un influyente programa de estudios mexicano-estadounidenses al que se le atribuye un aumento de las calificaciones de los estudiantes hispanos y las tasas de graduación.
Se espera que el juez Wallace Tashima decida en las próximas semanas si la ley de 2010, que permite al estado recaudar fondos de cualquier distrito que ofrezca clases diseñadas para estudiantes de un grupo étnico en particular, es discriminatoria o viola los derechos constitucionales de los estudiantes.
La legislación fue redactada por el entonces director de escuelas de Arizona, quien antes había pedido que se pusiera fin al programa de Tucson.
Él y su sucesor dicen que alimentó el resentimiento racial y mostró un éxito insignificante en cuanto a mejorar el rendimiento estudiantil; los ex estudiantes que iniciaron la demanda dicen que los estudios han demostrado lo contrario.
“La forma tradicional de hacer las cosas le ha fallado a nuestra comunidad por generaciones”, dice Curtis Acosta, ex profesor de literatura en Tucson. “Tal vez sea hora de intentar algo más”.
En los 15 años desde su creación, el programa de Tucson ha sido utilizado como un modelo por los distritos escolares en California y Texas, y Acosta ha fundado una empresa que trabaja con distritos escolares en otros estados que buscan replicar su éxito.
La popularidad del enfoque refleja un creciente interés nacional por lo que se conoce como pedagogía culturalmente sensible, basada en la idea de que los estudiantes aprenden mejor cuando se les enseña de una manera que es relevante para sus propias vidas.
Las letras de hip-hop, por ejemplo, pueden impulsar discusiones sobre temas como “machismo, misoginia y codicia”, explica Acosta, y “entonces (se ve) cómo esos temas también pueden encontrarse en grandes obras literarias.
Estamos abriendo una ventana, nos aseguramos de que los estudiantes puedan verse reflejados en su plan de estudios”.
El distrito escolar con una mayoría de latinos, que cuenta con 46,000 estudiantes, comenzó su programa en 1998, después lo renovó en 2002 en un esfuerzo por cerrar una brecha de logro según lo dispuesto por la Ley de Ningún Niño Se Queda Atrás.
En ese momento, solo el 59% de los estudiantes latinos de Arizona se graduaban de la escuela secundaria, en comparación con el 79% de sus pares blancos.
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“Les diría a los estudiantes: ’Puedo predecir ahora, en todo el país, cuáles serán sus resultados académicos basados en la etnicidad, la raza o el género. ¿Por qué puedo hacerlo?”, pregunta uno de los creadores del programa, Augustine Romero, quien ahora es director de Pueblo Magnet High School. “Hablamos de ello desde un punto de vista sociológico”.
En 2002, el programa consistió en un solo curso sobre justicia social en una escuela, pero pronto se amplió para incluir clases de literatura y de historia en varias escuelas.
Para 2010, alrededor de 1,600 estudiantes, 90% de ellos latinos, estaban tomando clases de estudios mexicano-estadounidenses cada año. Leen obras de William Shakespeare y el novelista Junot Díaz.Retratos del Che Guevara y de la cofundadora de United Farm Workers, Dolores Huerta, colgaban en algunas aulas.
Los resultados llevaron a otros distritos escolares a asumir el modelo. El Distrito Escolar Unificado El Rancho de California, cerca de Los Ángeles y en un 98% latino, hizo de los estudios étnicos un requisito de graduación en 2014.
La compañía de Acosta también ha trabajado con escuelas de Connecticut, Dakota del Sur, Tennessee, Texas y Washington, asistiéndolas en sus esfuerzos por desarrollar programas similares.