AP.- Kaisha Toledo estaba estudiando un doctorado en psicología en Puerto Rico, pero tras cuatro años en Florida, sigue sin encontrar un empleo permanente en su campo.
Ricardo Negrón aprobó los exámenes para ser abogado en la isla, pero no puede ejercer en Florida. Carlos Martínez obtuvo el título de enfermero en Puerto Rico, pero sirve café como manager de un Starbucks en Orlando.
Los residentes del territorio insular son ciudadanos estadounidenses desde hace un siglo y, como tal, deberían tener alguna ventaja al trasladarse al continente.
Pero las mentes más brillantes de la isla que se suman al éxodo de casi medio millón de puertorriqueños que huyen a Estados Unidos escapando de diez años de recesión económica, enfrentan las mismas barreras que la mayoría de los inmigrantes: dificultades con el lenguaje, costosas certificaciones, requerimientos confusos y choque cultural.
“Aún no conocemos el sistema bien así que estamos en una curva de aprendizaje”, dijo Toledo a The Associated Press. “Solo encontramos empleos que son muy específicos y piden dos o tres años de experiencia. ‘Ok, pero si no me abre una puerta, ¿cómo obtendré esa experiencia?’”.
La mayoría de los que dejaron la isla desde el 2015 son managers y trabajadores cualificados, según el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico.
Desde entonces, la isla de 3.4 millones de habitantes ha sufrido impagos de deuda por importe de miles de millones de dólares, crecientes ejecuciones hipotecarias, problemas en el sistema de pensiones, una situación de emergencia en agencias gubernamentales, profundos recortes en educación y una tasa de desempleo de 12%, casi el triple que en Estados Unidos.
“Todo el mundo está dejando la isla, desde el neurocirujano al conserje”, explicó Vicente Feliciano, un economista en Puerto Rico. “La gente joven se está yendo y, por lo tanto, tenemos menos contribuyentes para apoyar a una población cada vez más envejecida”.
Nueva York era el principal destino durante la gran oleada migratoria de las décadas de 1940 y 1950, pero ahora aterrizan en el centro de Florida, donde viven más de un millón de puertorriqueños.
“Está el clima, y encuentras puertorriqueños y la comida en todas partes. Es lo más próximo a estar en casa sin tener los problemas”, señaló Negrón.
Antes de dejar la isla en el 2015, Negrón había logrado un trabajo de asistente legal en un despacho de abogados de Orlando. Pero a su llegada, el puesto se eliminó. Ahora gestiona un centro comunitario y dice que no tiene ni tiempo ni dinero para dedicarse a estudiar durante tres meses y lograr el título de abogado en Florida.
“Tendría que encerrarme para estudiar y ‘¿Cómo voy a vivir? No voy a obtener más prestamos de estudiantes para estudiar”, dijo Negrón.
Martínez ha trabajado en un parque temático, en un hotel y en una tienda desde que salió de su isla natal hace tres años, pero todavía no ha encontrado una plaza de enfermero porque tampoco tiene el tiempo ni medios para las clases de preparación para estudiar su carrera en Florida.
“En este momento, no puedo hacerlo”, explicó Martínez. “Tengo que ganar dinero”.
Muchos puertorriqueños se mudan desde la isla sin tener la preparación adecuada, apuntó Sami Haiman-Marrero, responsable de una firma de marketing y desarrollo de negocios en Orlando. Con su amiga Jackie Méndez ofrecen sesiones de orientación a los recién llegados para que se adapten a las normas, tanto cotidianas como laborales, del estado.
“No pueden besar a un compañero de trabajo en la mejilla (…), no empiece a hablar sobre temas personales, debe llegar cinco minutos antes de la hora y estar listo para trabajar, tiene que dominar el inglés”, dijo Marrero.
Janice Dones, que llegó hace un año y asistió a una sesión de orientación reciente, dijo: “A veces no se siente que seamos parte del país”.
Su sentimiento refleja una frase recurrente entre los isleños, especialmente los que votaron para convertirse en estado en un referéndum no vinculante reciente, de que los puertorriqueños son tratados como ciudadanos segunda clase.
El gobernador de la isla, Ricardo Rosselló, espera convencer al Congreso para que convierta al territorio en el 51 estado, algo improbable con los republicanos mandando en las cámaras ya que la isla tiende a favorecer a los demócratas.
“Hemos sido una colonia durante 500 años, y tenemos la ciudadanía estadounidense desde hace 100 años, pero es de segunda clase”, dijo Rosselló tras declarar la victoria del “Sí” en la consulta.
Por su parte, personas como Toledo solo quieren una oportunidad para volver a trabajar como profesionales cualificados.
Cuando se mudó a Orlando hace cuatro años, Toledo fungió como terapeuta de salud mental y gestora de casos en una empresa privada, que se quedó sin fondos y dejó de pagarle.
Encontró un empleó en otra empresa, donde tampoco cobró lo que se le había prometido. Finalmente encontró un trabajo fuera de su campo, como organizadora comunitaria. Es una labor que le gusta, pero echa de menos la satisfacción de trabajar con niños autistas.
“Todo el mundo está intentando tener una vida mejor”, señaló Toledo. “Espero que la gente pueda ver a gente como yo, que ha estudiado, y les den una oportunidad”.