Venecia se propone desviar los grandes cruceros. Barcelona le declaró la guerra al alquiler de departamentos por períodos cortos.
Las dos ciudades están a la vanguardia de esfuerzos por combatir el turismo desbordado, que altera la vida diaria de las comunidades, hace peligrar edificios históricos y afecta negativamente tanto a los viajeros como a los residentes.
La “turismofobia” es un fenómeno cada vez más común, sobre todo en destinos europeos que se ven desbordados por los visitantes.
El malestar es tal que se han popularizado consignas como “Turistas, go home” y “Los turistas son terroristas”.
“Este es un llamado de atención”, afirmó Taleb Rifai, secretario general de la Organización Mundial del Turismo, un brazo de las Naciones Unidas, durante una reciente conferencia en Londres.
El resentimiento de los residentes aumenta a medida que se incrementa el turismo. La OMT pronostica que habrá 1.800 millones de viajeros internacionales para el 2030, comparado con los 1.200 millones del 2016. Si a eso le suma unos 5.000 millones de viajeros internos, que visitan sitios de su propio país, son muchos turistas.
Las tarifas aéreas baratas contribuyen a facilitar el desplazamiento de más gente y también ha habido un aumento masivo en el flujo de viajeros de países como China.
El turismo, no obstante, es la principal fuente de empleos y bastión de la economía de muchos países. El turismo representa el 10% del producto bruto interno anual y genera divisas fuertes a muchos países que las necesitan desesperadamente, como Grecia.
Pero también afecta la calidad de vida de los residentes de los destinos más apreciados, con playas atestadas, viviendas fuera del alcance de los residentes locales y estrechas calles medievales congestionadas. A largo plazo, el turismo puede afectar el medio ambiente y la sustentabilidad de las ciudades como sitios viables para vivir y trabajar.
Rifai negó que el crecimiento sea “el enemigo” de estas comunidades y sostuvo que sería irresponsable combatir una industria que representa uno de cada diez puestos de trabajo en el mundo.
Lo que se necesita, dice, es manejar el turismo de una forma “responsable y sustentable”, que beneficie a las comunidades.
Los esfuerzos para combatir el turismo desbordado se están tornando cada vez más innovadores y aprovechan las nuevas tecnologías. Hay una aplicación, por ejemplo, que ayuda a los turistas a visitar destinos populares cuando hay menos gente. Y si bien hay quienes dicen que Airbnb está expulsando a los residentes de los barrios más preciados, otros afirman que los ingresos que generan esos alquileres alivian las presiones sobre las ciudades al hacer que el turista tenga una mayor variedad de opciones fuera del centro de las urbes.
Patrick Robinson, director de políticas públicas de Airbnb para Europa, África y el Medio Oriente, señaló que el año pasado el 69% de los usuarios de esa plataforma que visitaron Amsterdam se alojaron fuera del centro.
Hay sitios, como las islas Galápagos, donde se fijan cupos de visitantes. En las Galápagos se admiten 100.000 visitantes anuales.
Otras estrategias incluyen promover visitas fuera de temporada y paseos novedosos como alternativa a los recorridos típicos.
En su empeño por encontrar un equilibrio entre las necesidades del turismo y las de los residentes, la municipalidad de Barcelona está combatiendo los alquileres de departamentos sin licencia y explorando otras medidas para aliviar las tensiones entre los residentes y los visitantes.
Ese equilibrio no es sencillo.
“Los negocios no quieren que sus clientes sientan que son tratados como una peste y creo que a veces se está usando un lenguaje para aludir al turismo que raya en la intolerancia”, afirmó Tim Fairhurst, ejecutivo de la Asociación Europea de Turismo.
Venecia es otro sitio donde cunde la turismofobia tras un enorme aumento en la cantidad de visitantes.
“El problema es que hay concentraciones intolerables de gente en espacios reducidos que siguen siendo vitales para la circulación de la gente que vive en la ciudad”, expresó Jonathan Keates, presidente del Fondo Venecia en Peligro.
La semana pasada se anunció una iniciativa para impedir que los grandes cruceros pasen frente a la icónica Plaza de San Marcos. También se habla de aumentar los impuestos al turista y otras medidas.
Los venecianos están asimismo multando a la gente que se tira al canal o que come en las escaleras de las iglesias.