Especial Tu Dinero. Históricamente, las ciencias económicas han asumido que las personas actúan como seres racionales que buscan maximizar sus beneficios. Sin embargo, en las últimas décadas, investigaciones de psicología y economía han demostrado que las decisiones financieras tienen un componente cognitivo. Es tan relevante el tema de la economía conductual que, en días pasados se le otorgó el Premio Nobel de Economía a Richard Thaler quien, en su “Teoría del Empujón” explica que una persona cuando debe elegir entre dos opciones, escogerá la más fácil y no la más adecuada. La racionalidad limitada, las preferencias sociales y la falta de autocontrol nos impiden tomar decisiones adecuadas, como, por ejemplo, la de ahorrar.
Para ahorrar, se requiere recibir el estímulo correcto en el momento adecuado, lo que se logra cuando entendemos cómo funciona nuestro cerebro y emociones. Es necesario controlarlos y encaminarlos para convencerse que la recompensa futura es mayor que el placer del presente. Es lograr un estado mental que no se deja distraer y bloquea las decisiones que lo desvían de su objetivo.
La tarea más compleja es mostrarle a la gente que en el largo plazo, el ahorro trae beneficios, por encima del gasto en el presente. Normalmente al ahorro se le ponen límites, mientras que al gasto le dan concesiones por encima de lo racional, tales como la compra del celular de moda, o de esos zapatos que aparecen en una publicidad, todos al alcance incluso de un clic.
Aunque algunos gurús hablan de fórmulas de ahorro y de porcentajes recomendados tomando como base el ingreso, en muchas ocasiones estos consejos pueden hacernos sentir culpables al no estar dentro de los estándares, pero el punto de partida es mucho más simple. No gastar más de lo que gana, ni lo que no se tiene. Si actualmente está endeudado, diseñar un plan para disminuir las obligaciones es la prioridad.
Muchas personas consideran que las formas tradicionales de ahorro son costosos, implican complejos trámites o exigen un análisis racional profundo para comenzar acertadamente, además también existe la percepción de que los bienes que ayudan a construir un patrimonio son inalcanzables. Por su parte, el gasto aprovecha equivocadamente las ofertas, los descuentos o los pagos diferidos para lograr que las personas se rindan ante sus emociones y a la idea errada de necesidades inexistentes, de esta manera lo más barato y sin futuro patrimonial se ofrece a pocos pesos.
Mientras que el ahorro implica entender qué es lo esencial y realmente necesario, el gasto algunas veces reúne el guayabo de lo innecesario, lo descontrolado y un estatus social ficticio.
Si lo que sabemos hasta ahora es que no somos tan racionales, ni maximizamos la utilidad automáticamente, debemos hacerlo de una manera consciente. Por eso se recomienda definir qué posibilidades tiene cada uno para ahorrar y programarse, realizar un control de costos, buscar eficiencias en los impuestos (ahorro en pensión voluntaria), definir objetivos en el tiempo, identificar activos financieros adecuados, monitorear la inversión con un asesor especializado y evitar dejar “dinero gratis” sobre la mesa, es decir, aprovechar oportunidades de inversión en vez de dejar el dinero “debajo del colchón”. Para esto, encuentre un estímulo que lo dirija hacia el logro de los objetivos trazados, tenga el control desde hoy y enamórese del ahorro que sin duda dará sus frutos.
Diario La República
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)