Deje un momento el iPhone y aprecie su genialidad

Un solo iPhone tiene tras sí la producción de 34 kilos de mineral de oro, con 20.5 gramos de cianuro usado para extraer las partes más valiosas del oro.

(Foto: AFP).
(Foto: AFP).

Bloomberg.- Diez años después del lanzamiento del iPhone de Apple Inc., y la categoría más amplia de teléfonos inteligentes, vale la pena dar un paso atrás para ver qué hemos aprendido. Al igual que todas las innovaciones tecnológicas importantes, ha traído una cantidad de sorpresas colaterales sobre el resto de nuestro mundo.

Primero aprendimos que, aun en esta era de bits y bytes, la innovación en materiales todavía importa. El iPhone es detrás de escena un triunfo de la ciencia minera, con una amplia variedad de materias primas y cerca de 34,000 millones de kilogramos de roca extraída de la tierra como insumos a la fecha, como lo expone Brian Merchant en un excelente libro nuevo, “The One Device: The Secret History of the iPhone” (El dispositivo único: historia secreta del iPhone).

Un solo iPhone tiene tras sí la producción de 34 kilos de mineral de oro, con 20.5 gramos de cianuro usado para extraer las partes más valiosas del oro.

En especial impresionante como material es la suave pantalla táctil y la capacidad del usuario para hacer que sucedan cosas deslizando, arrastrando, ampliando, tocando –la función “multitouch”–.

Ese avance dependía de materiales particulares, ya que la pantalla está reforzada químicamente, es resistente al rayado y tiene sensores sensibles integrados. El “multitouch” no era algo nuevo, pero Apple entendió cómo construirlo en un producto altamente útil.

Soy notablemente malo con los dispositivos, y hasta mi horno a microondas me confunde. Pero obtuve una idea aproximada de todas las operaciones esenciales de un iPhone el primer día en que cayó en mis manos. Sin un manual de instrucciones. ¿No fue audaz de parte de Apple venderlo de esa manera?

El iPhone también demuestra que China es un importante innovador y lo ha sido por cierto tiempo. No se engañe con la creencia común de que Estados Unidos hizo todo el diseño creativo y el trabajo conceptual, y que las fábricas del sur de China simplemente realizan el montaje y dan los toques finales.

El iPhone es posible solo porque China trajo velocidad y escala al proceso de producción en una forma sin precedentes. Una de las innovaciones consistió en construir un ecosistema tecnológico y de mercado laboral donde se pueden contratar tantos ingenieros talentosos y que trabajen duro con tanta rapidez. Si no cree que este sea un logro importante y original, trate de hacerlo en algún otro país.

Para mí, la lección más deprimente del iPhone es que a la mayoría de las personas no les importa la calidad de sus insumos culturales tanto como yo solía creer. Sí les importa, sin embargo, y mucho, compartir cultura con sus amigos (y extraños), y valoran la conveniencia de consumir la cultura de estos, supuestamente al punto de una adicción.

Hace algunas décadas, ¿quién habría pensado que la principal innovación tecnológica del mundo haría bajar la calidad promedio del sonido de la música que la gente escucha? No obstante, ese ha sido el resultado de los smartphones, y un montón de usuarios ni siquiera usan auriculares.

A la gente no parece importarle la calidad porque sus teléfonos hacen que escuchar música sea mucho más conveniente. También se puede compartir música con amigos con mayor facilidad, digamos armando una lista en Spotify o poniendo una canción en la página de uno en Facebook.

¿Y qué me dicen de ver una película en una pequeña (algunos dirán diminuta) pantalla de iPhone? Toda una generación parece creer que eso está bien, o hasta es preferible.

Y pensar que yo solía quejarme de que ni siquiera un televisor grande podía hacerle justicia a la obra de directores magistrales como Ingmar Bergman, Andrei Tarkovsky y Francis Ford Coppola. Esto ahora suena como los desvaríos de algún viejo amargado que ha perdido contacto con el mundo.

Y tantas personas leen no solo bestsellers, sino también clásicos literarios en las pantallas de sus iPhones, tal vez mientras viajan en el tren subterráneo. No importa cómo use usted su iPhone, ahora tener que esperar ya no es tan malo.

El día en que se lanzó el primer iPhone, el 29 de junio de 2007, me ufané con mi mujer de que sería uno de los más importantes eventos culturales de nuestras vidas, quizás el más importante.

Comparé mi compra de uno, cosa que quería justificar, con asistir a la premier de “Don Giovanni” en 1787. Tal vez tuve razón en cuanto a mi afirmación más amplia, pero no me di cuenta de que tantos usuarios optarían por un conjunto más bien extremo de funciones convenientes, compartiendo capacidades y degradaciones de la calidad del producto.

Finalmente, los nombres pueden resultar engañosos. El iPhone no es fundamentalmente un teléfono, aunque el propio Steve Jobs pensara que el servicio telefónico era la aplicación clave del producto.

En cambio, es un dispositivo de comunicaciones todo propósito, reproductor de música, grabador, cámara, mapa, asesor, distribuidor de software y agenda, todo en uno. Cuando Siri mejore, también será un compañero.

Conforme los iPhones y otros teléfonos inteligentes se difundían más, la cantidad de llamadas telefónicas que yo recibía declinó. Ningún otro dispositivo ha hecho más para que el teléfono sea menos necesario. Enseguida leo tu mensaje de texto o correo electrónico.

Por Tyler Cowen

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