Mexicable, una línea de teleférico de 4.9 km (tres millas) de largo, se eleva sobre Ecatepec, un suburbio pobre de la Ciudad de México. Abierto hace poco más de un año, sus 185 góndolas transportan a 18,000 personas por día entre San Andrés de La Cañada, en la cima de la colina, y Santa Clara Coatitla, en la parte inferior.
El viaje hace cinco paradas en el camino y toma 19 minutos, en comparación con los 80 minutos de viaje en autobús que los residentes tenían que soportar en el pasado. El teleférico es “súper rápido y mucho menos estresante”, dice Nelly Hernández, una pasajera acompañada por su asombrada hija de cuatro años.
En los países occidentales ricos, los teleféricos son usados principalmente por turistas. América Latina, por el contrario, los ha implementado como un medio de transporte masivo para los que menos tienen. Los teleféricos se adaptan a las ciudades montañosas de la región, muchas de las cuales se han expandido caóticamente, afirma Julio Dávila del University College London. La población de Ecatepec registró una fuerte subida luego de que un terremoto azotara la Ciudad de México en 1985.
La pionera fue Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia. Los refugiados de la larga guerra civil del país se habían apiñado en los distritos de las laderas. Ampliar las calles para crear nuevas líneas de autobuses o extender el metro habría sido demasiado costoso. Un teleférico, abierto en el 2004, fue la respuesta. Desde entonces, Cali, Caracas y Río de Janeiro (así como la Ciudad de México) han construido sistemas similares. En setiembre, Evo Morales, el presidente de Bolivia, abrió el quinto teleférico de La Paz, extendiendo la red más larga y más alta del mundo con un enlace a la ciudad de El Alto, en la cima de un acantilado.
Una razón por la cual los teleféricos son populares es que los gobiernos generalmente los subsidian para competir con las compañías privadas de autobuses. Mexicable cobra siete pesos (37 centavos de dólar), menos de la mitad de su precio de equilibrio. A los políticos les gustan porque pueden ser construidos sin desplazar a grandes grupos de personas; a menudo toma 18 meses o menos, justo a tiempo para su reelección. “Los alcaldes piensan: ‘voy a cortar la cinta’”, comenta Dávila.
Queda por establecer si los teleféricos justifican la inversión. En el 2012, Dávila y otros expertos llevaron a cabo un estudio del sistema de Medellín, el cual reveló que la delincuencia disminuyó y los empleos crecieron en las áreas por donde pasaba el teleférico. Sin embargo, la ciudad también realizó inversiones en vigilancia y desarrollo económico al mismo tiempo, lo que puede haber sido la causa de estas mejoras. Los investigadores también encontraron que el teleférico hizo que los residentes se sintieran más orgullosos de su comunidad.
La gente en Ecatepec siente lo mismo. Los criminales asaltan los autobuses pero dejan en paz los teleféricos, dice David Ramírez, un pasajero. Los acogedores interiores de las góndolas incluyen dos bancos de metal frente a frente que fomentan la conversación entre pasajeros.
Los residentes de Complexo de Alemão, un pueblo joven en Río de Janeiro, no tienen ningún motivo para estar felices. El gobierno del estado de Río pagó 253 millones de reales (US$ 135 millones) a un consorcio liderado por Odebrecht, una empresa constructora, para construir un teleférico que conecta el área con el metro de la ciudad. Esa iniciativa ahora parece desacertada.
En un convenio declaratorio con las autoridades brasileñas, el ex jefe de la división de infraestructura de Odebrecht admitió haber pagado 94 millones de reales en sobornos y donaciones al ex gobernador del estado, que luego fue condenado por corrupción, para adjudicarse un contrato de desarrollo que incluía el proyecto de teleférico financiado con fondos federales. Durante cinco años, los residentes viajaban en las góndolas de forma gratuita. Pero desde setiembre del 2016 ellos se han visto encerrados luego de que el estado dejó de pagar a la empresa que las administraba.
A pesar del fiasco en Río, las ciudades latinoamericanas siguen impulsando los teleféricos. Bogotá, la capital de Colombia, abrirá su primer teleférico el próximo año. El estado de México, que limita con Ciudad de México, tiene la intención de construir dos nuevas líneas para el 2023. En total, se planean 20 proyectos en la región. Parece que el cielo es el límite.