¿Crees que tu éxito laboral está relacionado con trabajar duro, la multitarea o la competitividad? ¿Sí? Pues desengáñate porque posiblemente estés equivocado. Al menos, según lo que sostiene Emma Seppälä, autora de The Happiness Track (algo así como La vía de la felicidad).
Para esta escritora, el éxito profesional tiene más que ver con la felicidad que con la idea del esfuerzo y el sacrificio que se manejan habitualmente en la sociedad. Una sociedad que, en ocasiones, asocia las quejas sobre el exceso de trabajo con cobardía o falta de profesionalidad.
Según esta experta, responsable del Center for Compassion and Altruism Research and Education de la Universidad de Stanford, a medida que el trabajo y las demandas personales aumentan, el individuo trata de cumplirlas haciendo más cosas más rápido. «En esos casos, aunque se pueda lograr un éxito a corto plazo, el coste para la estabilidad emocional y las relaciones personales es muy alto. En consecuencia, acabará afectando a la productividad», concluye.
Según una encuesta sobre rutinas laborales, en la actualidad, más de un 50% de los encuestados afirman estar sobrecargados con su trabajo. Sin embargo, en los años 70 esa cantidad no llegaba al 20%. Unos datos que llevan a Seppälä a afirmar que los trabajadores han interiorizado como normal ese exceso laboral que, en último término, acaba quemándolos.
Cuando eso sucede, la situación es complicada. ‘Quemarse’ en el trabajo no es algo que pueda resolverse con unos días de vacaciones y, aunque no es una situación catalogada como enfermedad por algunas autoridades sanitarias, algunos expertos advierten que puede desembocar en una depresión o una enfermedad crónica.
Por ello, es importante que el trabajador detecte qué situaciones pueden llevarle a quemarse en el trabajo para ponerles freno. Por ejemplo:
1. Enfréntarse a nuevos retos
Nuevos programas informáticos, cambios de sedes o novedades en las rutinas laborales pueden hacer que te quemes si no gestionas bien esas nuevas situaciones.
2. Plazos delirantes
Las cosas llevan su tiempo. Forzar los procesos puede afectar al resultado y al trabajador. Si tu jefe no lo entiende así, tu salud lo pagará.
3. La descoordinación
Si los procesos no están bien diseñados, se sucederán momentos de cuello de botella con momentos en los que no hay nada que hacer. Tanto en un caso como en el otro, esa falta de fluidez te agotará.
4. Horarios insoportables
Ampliar la jornada laboral o trabajar los fines de semana no debe ser la norma sino la excepción. Por otra parte, someter al trabajador a turnos que varían cada semana, también es contraproducente para su salud emocional y su rendimiento.
5. Aumento de responsabilidad
En ocasiones, los trabajadores hacen más trabajo y de mayor responsabilidad que aquel por el que fueron contratados. Si estas situaciones no se remuneran, aunque sea con una gratificación puntual, te quemarás. Vaya que sí.
6. Entorno de trabajo desapacible
Trabajar al aire libre, expuesto a los cambios de temperatura, sometido a esfuerzos físicos extremos, o incluso en un entorno laboral incómodo, a la larga te va a pasar factura. Cuenta con ello.
Las consecuencias de estar quemado en el trabajo son más graves de lo que puedas imaginar. Esta situación puede transformarse en agresividad hacia tus compañeros, hacia las personas de tu entorno familiar, en absentismo, cansancio, pérdida del apetito, náuseas, migrañas e incluso depresión.
Dado que esos síntomas pueden ser signo de muchas otras enfermedades, es importante saber cuándo son producto de una mala situación laboral. En este sentido, los expertos señalan tres puntos claves:
- Si te encuentras agotado física y emocionalmente, ponte alerta
- Si crees que no te valoran lo suficiente o sientes que tus compañeros te dan de lado, es que algo no funciona
- ¿Crees que no se saca partido a todo tu talento? ¿Crees que podrías ser más feliz en otro trabajo? Directamente, pírate de ahí
En todo caso, si consideras demasiado drástico lo de marcharte del trabajo, bien porque no puedas permitírtelo, bien porque creas que se puede encauzar la situación, entonces recurre a estos trucos:
a) Realiza ejercicios de relajación para reducir el estrés y controlar mejor las emociones, especialmente las violentas. Por el bien de todos.
b) Tómate tu tiempo. Rebaja el nivel de presión. Haz pausas breves de cinco minutos cada media hora. Todo puede esperar cinco minutos, en serio.
c) Mejora tu entorno laboral. Exige mobiliario ergonómico y decóralo a tu gusto. Tal vez no puedas poner la foto de tu grupo favorito pero nadie impedirá que tengas una planta. Además, obligarte a cuidarla reducirá el estrés.
d) Encuentra un interlocutor a quien exponer tus problemas y quejas. Discutir o hablar con personas que no pueden resolver tus necesidades agota y no soluciona nada.
e) Negocia tus horarios y el lugar de trabajo. Si tu empleo lo permite, negocia trabajar desde casa o cumplir unos horarios ligeramente diferentes a los de la masa trabajadores. Entrar a trabajar más tarde, pudiendo evitar la hora punta y la masificación del transporte público, te quitará estrés.
f) Vive. Hay vida más allá del puesto de trabajo. Búscate una afición. Haz algo que te guste y te ayude a descargar las tensiones laborales para que no se acumulen para el día siguiente.
Fuente: Foro Económico Mundial / Yorokobu