Norwood, Ohio (AP).- Herbie Mays se siente orgulloso de 3M, la empresa para la que trabajó casi todas su vida. Luce una camiseta de 3M, el anillo que le dieron cuando cumplió tres décadas en la planta de esa firma en Cincinnati y se le ilumina el rostro al exhibir el certificado que le dieron en una ocasión declarándolo “un GRAN empleado”.
Pero todo esto es pura nostalgia.
Mays se quedó sin trabajo en marzo, cuando la firma, que produce vendas, rodilleras y otros artículos médicos, cerró su planta y trasladó su operación a México.
A los 62 años, Mays no encuentra trabajo, por más que haya muchas plazas abiertas en fábricas de su zona. A escasos 16 kilómetros (10 millas) de donde vive, GE Aviation está contratando gente.
En el moderno laboratorio que funciona en un edificio donde cabrían 27 canchas de fútbol, los trabajadores emplean la última tecnología para construir motores para aviones que consumen menos combustible a altas temperaturas. Se encienden brillantes luces rojas cuando empleados de GE hacen pruebas con brazos mecánicos que soportan temperaturas de más de 1,000 grados centígrados (2,000 Fahrenheit).
En Ohio hay unas 30,000 plazas abiertas en fábricas. Pero Mays, al igual que tantos otros desempleados, no satisfacen los requisitos para llenarlas.
“Si no estás al tanto de las últimas tecnologías, no vas a encontrar trabajo”, dijo Mays.
Esa es la paradoja de la situación laboral en las fábricas de Estados Unidos en el 2017. Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en buena medida por su promesa de poner freno al traslado de fábricas y empleos al exterior.
Es cierto que muchos empleos se han ido a otros países donde se paga menos a los trabajadores.
Pero al mismo tiempo, las industrias estadounidenses crearon millones de plazas de trabajo en los últimos siete años. Las estadísticas indican que hay casi 390,000 plazas vacantes en estos momentos.
Lo que ocurre es que no son los mismos empleos que realizaron por décadas los obreros tradicionales. Son plazas que requieren un nivel educativo más alto y especializado. Y muchos de los obreros que se quedaron sin trabajo sencillamente no están calificados para desempeñarlos.
Las fábricas van a necesitar cubrir 2 millones de plazas en la próxima década, según las consultoras Deloitte Consulting y American Manufacturing Institute. Los trabajadores deberán ser estar en condiciones de operar y resolver problemas de aparatos manejados con computadoras, incluidos robots.
El año pasado, la producción de software fue el segundo ramo que más empleos generó, superado solo por el de ventas, de acuerdo con Burning Glass Technologies, una firma que analiza el funcionamiento del mercado laboral.
Estados Unidos, no obstante, no está a la vanguardia de este fenómeno. Los empleados de muchos países europeos y asiáticos están mejor preparados que los estadounidenses para manejar sistemas automatizados, según estudios. En naciones como Japón y Dinamarca, la automatización ha generado empleos sólidos y mejorado la eficiencia de las fábricas.
Trump sigue prometiendo más plazas de trabajo en las fábricas de Estados Unidos, y asegura que muchos empleos que se fueron del país “regresarán”.
Pero el senador republicano Rob Portman, ex representante comercial de Estados Unidos, admitió en una entrevista que “no vamos a ver un renacimiento industrial como el que queremos si no nos enfocamos en capacitar a los trabajadores”.
El secretario de Trabajo Alexander Acosta, durante una visita a una fábrica de Detroit en junio, reconoció también que es imperioso entrenar a la fuerza laboral en el manejo de equipos automatizados.
El propio Trump dijo que la fuerza laboral debe adaptarse a un mundo “nuevo, computerizado y complicado”.
Trump ha pedido más fondos para programas de capacitación de trabajadores, pero todavía no los ha conseguido en el Congreso.
Otras naciones tienen programas de capacitación mucho más avanzados. En la planta de la firma alemana Stihl Inc. de Virginia Beach, Virginia, por ejemplo, A.J. Scherman está siendo entrenado como “técnico de mecatrónica”, una especialidad que combina ingeniería eléctrica y mecánica, y requiere además conocimientos de computadoras.
La fábrica produce sierras eléctricas, sopladoras de hojas y otros artículos para el jardín. Le queda por delante un año más de un programa de cuatro años y cuando lo complete, Schermanpodrá leer diagnósticos de software en pantallas de robots para arreglarlos y actualizarlos. De ser necesario, estará en condiciones de acoplar una laptop para modificar los programas.
Scherman, de 37 años, también está sacando un título universitario como parte de su programa de capacitación. Y gracias a la ayuda financiera de Stihl, no necesita sacar préstamos estudiantiles.
Los trabajadores fabriles de Estados Unidos ganan un promedio de US$ 44,000 al año, sin contar los ejecutivos, según datos del gobierno. Eso representa un aumento del 2.8% en relación con lo que ganaban hace una década, con los ajustes a la inflación. El incremento salarial del resto de la fuerza laboral fue del 8% en la última década.
Pero un ingeniero mecatrónico con cuatro años de estudio puede ganar US$ 97,000 al año. Y un desarrollador de software promedio más de 100,000.
“Las fábricas modernas de hoy no tienen nada que ver con las de los años 60, 80 o incluso el 2000”, comentó Yannick Schilly, ejecutivo de la planta que la firma alemana Festo, que ofrece programas de capacitación en macatrónica en Estados Unidos.
Herbie Mays, por su parte, se lamenta de que ya no haya tantos empleos disponibles para tareas repetitivas.
Admite que “ha bastante oferta de empleos”, pero que “es necesario capacitarse y educarse”.