Los vikingos eran sanguinarios y conquistadores, pero al mismo tiempo espirituales. Eran de carácter aguerrido y violento, pero también tendían a la reflexión y los tiempos de paz. Los vikingos, aquella cultura milenaria establecida en el norte de Europa, eran seres complejos que luchaban con furia para obtener riquezas; sin embargo, también eran grandes protectores de su familia ante cualquier peligro que los acechara.
El pueblo nórdico al que nos referimos tenía estrictos códigos de ética a los cuales les llamaban “nobles virtudes”. Eran nueve en total, ya que para ellos existían igual cantidad de mundos (los humanos nos ubicamos en el quinto, llamado Midgard).
Estas ayudaban a que la convivencia con los demás, y sobre todo consigo mismos, se mantuviera en terrenos de paz y bienestar. En los días presentes (en los cuales las insatisfacciones que generan la falta de dinero, un empleo mejor remunerado o las relaciones sentimentales donde se carece de respeto y amor verdadero están acabando con la paz mental y espiritual de las sociedades) vale la pena retomar las enseñanzas de sociedades milenarias como la vikinga y recordar que la prosperidad a veces se encuentra en un plano mental y no tanto material.