Abro los ojos, el reloj marca las 7:00 de la mañana; veo la hora y sé que es el momento justo de levantarme para que me dé tiempo de cumplir con todas las actividades programadas, sin embargo -a pesar de que tengo tiempo suficiente- siento que no voy a terminar.
Entran dos llamadas a mi teléfono móvil, son números desconocidos; decido no tomarlas porque seguramente me quitará minutos valiosos que necesito para bañarme y vestirme en 30 minutos, desayunar en 15 minutos, ir y regresar del banco en 30 minutos y posteriormente irme a la oficina.
En el tiempo que transcurre, desde que termino de bañarme hasta que salgo camino a la oficina, recibo tres llamadas de números conocidos que contesto. El tiempo programado se alarga 30 minutos debido a dichas llamadas.
Llego corriendo al trabajo, pensando que no voy a terminar todos los pendientes. Inicio acelerado mis actividades y sigo recibiendo llamadas de mis otras actividades profesionales. Llamadas para solucionar problemas, dudas, compras, pagos, imprevistos, etcétera.
Salgo de la oficina y en el camino voy respondiendo mensajes y correos que se quedaron pendientes en el transcurso de la tarde. Aprovecho el smartphone para buscar en internet información indispensable para mi trabajo durante el camino a la casa.
Llego a casa y mientras ceno, pienso en lo que haré terminando la cena e inicio a programar el día siguiente. Doy el último bocado y ya estoy abriendo la laptop para seguir trabajando.
Concluyo de trabajar cuando el sueño me vence. Me voy a la cama pensando en los correos y mensajes pendientes y en los problemas que tendré que resolver al día siguiente. Incluso los fines de semana y durante las vacaciones sigo pensando y solucionando situaciones.
Me levanto y tengo la mañana relativamente libre, pero no sé qué hacer con ese tiempo libre y entro en un periodo de ansiedad por no saber a qué destinarlo. Eso implica también no poder disfrutar realmente los días de asueto ni de vacaciones, por lo cual regreso igual de agotado a trabajar.
Tal vez estas líneas suenen familiares para muchos lectores. Es parte de la vida labora actual, lo que no quiere decir que esté bien.
Así eran mis días hasta antes de aprender a desconectarme del trabajo. Eran jornadas sumamente estresantes y agotadoras mentalmente por no saber desconectarme de las actividades laborales.
Fue una tarea titánica el aprender a desconectarme y entender que el trabajo debe estar perfectamente equilibrado con los demás espacios de nuestras vidas: familia, amistades, relajación, esparcimiento, etc.
Los emprendedores son una especie altamente expuesta a este ritmo de vida, que lejos de ayudar y potencializar tu crecimiento, puede llegar a frenarlo con alguna enfermedad y con agotamiento.
Algunas de consecuencias de no aprender a desconectarnos del trabajo pueden ser: mal humor, insatisfacción y frustración personal, altos niveles de estrés, afectación en las relaciones personales, preocupaciones, agotamiento intelectual, sensación de vacío y soledad e incluso molestias físicas.
El cuerpo humano no es una máquina
Es importante que entiendas que el cuerpo humano no es una máquina y se cansa. Para que no sufras las consecuencias de estar conectado permanentemente al trabajo, aquí te comparto algunas de las actividades que me han permitido disfrutar de las demás cosas que me rodean:
1.- Desconéctate de cualquier gadget
Estar conectados permanentemente a Internet, al correo electrónico, a las redes sociales o simplemente estar disponible en el teléfono celular son, en la actualidad, los principales factores que nos mantienen siempre conectados a situaciones laborales. En la medida de lo posible apaga el celular, la tableta o la PC por lo menos un par de horas al día y olvídate de todo lo laboral.
2.- Otórgate un premio cada vez que tengas un logro laboral o personal
Puedes premiarte con tu platillo favorito o un postre; puedes ver tu película favorita o una que no hayas visto; puedes regalarte un paseo en fin de semana, etc. Pero lo más importante es que durante ese tiempo de disfrute no hagas nada que tenga que ver con el trabajo. Tal vez descubrirás cosas como que tiene dos años que no ibas al cine o que devoras tus alimentos sin disfrutar el sabor que más te gustaba de niño.
3. Haz ejercicio
Aunque no seas un atleta, siempre puedes ejercitarte. Las actividades deportivas pueden ayudar a liberar el estrés, sin embargo, son de las primeras cosas que se sacrifican cuando el trabajo nos absorbe. Dedica por lo menos 30 minutos de actividad física al día o en su defecto, cada tercer día. Si no tienes preferencia por alguna actividad deportiva, basta con caminar durante 30 minutos.
4. Conversa
Busca conversaciones con tus familiares y amigos. Estoy seguro que tendrás muchas cosas que platicar y escuchar. Incluso durante la jornada laboral puedes disfrutar de conversaciones que nada tengan que ver con el trabajo, sólo busca el momento propicio. Conversar con tus familiares más cercanos sobre su día es una excelente forma de relajarte y disfrutar un buen rato alejado del trabajo. Seguro te darás cuenta que necesitas más tiempo para platicar con alguien y menos tiempo para el trabajo.
5. Retoma alguna de tus aficiones (hobbies)
Estas actividades son las te recargan de energía y te causan enorme alegría. Vuelve a patinar, a jugar ajedrez, a escalar una montaña, a dibujar, a pintar, a tocar la guitarra, a jugar futbol, a bailar, etc. La recomendación es que lo hagas cotidianamente para se te olviden las cargas de trabajo.
Estas son algunas de las actividades que me han permitido desconectarme del trabajo y me han permitido retomar la jornada laboral con mayor energía, concentración y efectividad. El secreto no es dejar de trabajar, es desconectarse totalmente de la carga de trabajo por ratos y disfrutar esos momentos al máximo.
Estos consejos pueden ser determinantes para que los emprendedores logren soportar la fase de arranque de su proyecto o empresa, ya que es en esta etapa del emprendimiento cuando se corre el riesgo de conectarse al trabajo las 24 horas del día.
Fuente: Foro Económico Mundial / Entrepreneur