La universidad solía ser para unos pocos privilegiados. En algunos países ahora es casi un rito de iniciación. Aunque esto es una excelente noticia, pocos países han calculado cómo pagar por ello.
En algunos países de Europa continental, donde el Estado a menudo paga la factura, el resultado suele ser una inversión insuficiente. En Estados Unidos, donde los propios estudiantes pagan su educación, muchos no tienen otra opción que asumir enormes deudas.
Los políticos ingleses pensaron que habían alcanzado el equilibrio adecuado, con una mezcla de pagos académicos y generosos préstamos estatales que han generado halagos en el extranjero. Pero, casi dos décadas después de que a los jóvenes se les exigiera por primera vez pagar costos de matrícula, el sistema tiene un apoyo cada vez menor en casa.
Jeremy Corbyn, líder del partido Laborista y el filósofo político favorito de muchos estudiantes, habla como si este sistema estuviera diseñado para evitar que los pobres contaminen las torres de marfil. Ha pedido que se ponga fin a la “carga de deuda” sobre los estudiantes y ha afirmado que “menos jóvenes de la clase obrera están postulando a la universidad”. La posición del partido Laborista en las elecciones recientes sugiere que muchos votantes jóvenes están de acuerdo.
El argumento de Corbyn revela una indiferencia por los hechos, una mala comprensión de finanzas estudiantiles, o ambos casos. Hace veinte años los estudiantes ingleses podían ir a la universidad gratis pues el Estado cubría los gastos. El resultado fue que muchas instituciones estaban en aprietos y había límites estrictos en el número de estudiantes que las universidades estaban autorizadas de recibir.
Los cobros anuales de matrícula permitieron una expansión de la educación superior, de alrededor del 30% de los jóvenes de 18 años a más del 40%, y la proporción de jóvenes que van a la universidad desde zonas pobres del país ha pasado de uno en diez a tres en diez. Incluso después de que casi se triplicó el monto máximo que las universidades podían cobrar a £ 9,000 (US$ 14,000) en el 2012, el número de estudiantes pobres ha seguido creciendo.
Esto se debe a que los préstamos para matrículas se combinan con moderadas condiciones de pago. Los graduados sólo pagan si sus ingresos están por encima de £ 21,000 al año, lo que significa que sus deudas nunca se vuelven inmanejables. Los préstamos pendientes son descartados después de 30 años. Así que aquellos que no les fue bien económicamente con sus estudios, no tienen que pagar.
Los críticos argumentan que los costos de matrícula exacerban la desigualdad entre generaciones (después de todo, los ancianos ricos asistían gratis a la universidad), pero la otra alternativa significaría una mayor desigualdad entre generaciones –en tanto los estudiantes más pobres estarían de nuevo relegados por una menor competencia, y se subsidie a los graduados relativamente ricos.
Curar la competencia
El verdadero problema con el sistema inglés no es la equidad, sino que los costos no han elevado los estándares, como esperaban muchos funcionarios. Casi todas las universidades cobran el máximo, cualquiera que sea el curso –no porque sean un “cartel”, como dicen algunos, sino porque ninguna universidad quiere sugerir que ofrezca un precio reducido y de segunda categoría.
Sin embargo, las encuestas indican que los estudiantes han visto poca mejora en la enseñanza. En su lugar, muchas universidades gastan el dinero extra en edificios de lujo y enormes salarios para altos gerentes.
Una respuesta sería promover la competencia proporcionando a los estudiantes una mejor información –como las universidades que más benefician a sus estudiantes. El gobierno ha flexibilizado las reglas para las nuevas instituciones con la esperanza de que desarrollen nuevos métodos de enseñanza y bajen los precios.
También podría alentar a los estudiantes a hacer que las universidades rindan cuentas, con instrumentos como contratos de aprendizaje que especifiquen lo que los estudiantes de pregrado deben esperar, y ayudándoles a cambiar de curso si están insatisfechos.
Si los estudiantes piensan que no están recibiendo calidad por su dinero, el apoyo a un plan que sea justo y progresivo se reducirá. Y eso podría conducir al paso más regresivo de todos: la eliminación de los costos de matrícula.