Bloomberg.- La reacción fue de furia cuando se supo que Goldman Sachs Group Inc. había comprado US$ 2,800 millones de bonos de la compañía petrolera estatal de Venezuela. Valero Energy, Phillips 66 y Chevron compran centenares de miles de barriles del crudo pesado del país todos los días, y nadie reclama.
Parecería paradójico hasta en el complicado mundo de las relaciones comerciales entre el gobierno del país sudamericano y Estados Unidos, su principal socio comercial. Pero como explica Ángel Alvarado, hay grados de indignación moral que dependen, en parte, del alcance del impacto económico.
“Son dos cosas muy diferentes”, dijo Alvarado, un legislador opositor que critica la operación de Goldman. El banco compró los bonos baratos y lanzó un discreto salvavidas al régimen del presidente Nicolás Maduro al tiempo que endeudaba a la población, dijo.
Poner fin a las ventas de petróleo a Estados Unidos causaría un dolor persistente y pondría en peligro al gobierno del sucesor de Maduro.
Esa actitud subraya la importancia de las exportaciones de petróleo para mantener a Venezuela a flote, incluso de forma marginal –-representan alrededor de la mitad de los ingresos del gobierno--, y lo delicado que puede ser el tema de imponer sanciones.
La Casa Blanca ha evaluado un embargo petrolero, una medida que un grupo del sector que representa a compañías refinadoras como Valero, Phillips y Chevron recomendó la semana pasada que no se tomara.
“Las ventas de petróleo de Maduro de hoy podrían ser las ventas de petróleo de la oposición mañana”, dijo Kevin Book, jefe de la firma de análisis ClearView Energy Partners, que tiene sede en Washington. “¿Qué necesita Venezuela después de Maduro? La respuesta va a ser ventas de petróleo a EE.UU.”.
EE.UU. no sólo es el mayor comprador de crudo venezolano. Compañías como Chevron tienen proyectos conjuntos de exploración y producción con la empresa petrolera estatal PDVSA. La importancia de la industria para la economía parece aislarla de la atención de los opositores.
“No tendría sentido culpar a las compañías petroleras”, dijo Lisa Viscidi, directora del programa de Energía, Cambio Climático e Industrias Extractivas de Diálogo Interamericano, una organización con sede en Washington. “Son las que llevan dinero al país”.
Sin embargo, puede sostenerse que esa es precisamente la razón por la cual la crítica de “inmoralidad financiera” que los activistas esgrimieron tan abiertamente contra Goldman podría aplicarse también a los compradores de petróleo.
Para Goldman, resultó ser una pesadilla de relaciones públicas. Se condenó al brazo de inversión del banco por comprar lo que se calificó de “bonos del hambre”, una referencia a la escasez de productos básicos y a los casos de desnutrición que abundan en el país mientras Maduro se aferra al poder y sigue pagando la deuda externa.
Si el gobierno de Trump termina por imponer nuevas sanciones, es probable que no comprendan una prohibición de importar petróleo venezolano, según personas familiarizadas con el tema.
El argumento de las refinerías estadounidenses tiene peso: un embargo perjudicaría a ambas economías. En Estados Unidos reduciría los márgenes de las refinerías que dependen del crudo venezolano y podría derivar en un aumento de los precios de la gasolina. Casi el 10% de las importaciones estadounidenses de petróleo procede del país sudamericano.
Las refinerías han importado menos en los últimos tiempos. Las importaciones procedentes de Venezuela llegaron en el primer trimestre de este año al nivel más bajo en 24 años.
Pero Venezuela tiene las mayores reservas de crudo del mundo, más que las de Estados Unidos y Canadá sumadas.
“A medida que la oposición se queda sin herramientas para combatir al gobierno, pienso que podría terminar por volverse contra las compañías petroleras”, dijo Viscidi, de Diálogo Interamericano. “Sería un arma de último recurso”.