Los separatistas catalanes no tendrán éxito, según columnista de Bloomberg

Los tribunales y el Gobierno español declararon ilegal el referéndum, básicamente porque solo la totalidad del pueblo español puede votar modificar la Constitución del país.

Bloomberg.- Hay una verdad que a los muchos catalanes que pretenden votar independizarse el 1 de octubre les cuesta entender: más allá de la legalidad de su voto, su resultado solo puede valer si están listos para luchar por eso… y si pueden ganar un conflicto violento.

Antes del referéndum por la independencia, Cataluña y España están inmersas en un conflicto legal. El Parlamento local decretó la votación y cientos de alcaldes prometieron facilitarla.

Los tribunales y el Gobierno español declararon ilegal el referéndum, básicamente porque solo la totalidad del pueblo español puede votar modificar la Constitución del país.

Los catalanes tienen argumentos legales complicados contra esa postura. Lo que no parecen tener es la determinación para combatir a España.

El movimiento nacionalista catalán siempre ha sido en general pacífico. La única excepción notable es el grupo Terra Lliure, que estuvo activo entre 1978 y 1995. Solo mató a una persona con sus atentados y se disolvió tras una enorme campaña de represión del Gobierno.

Nunca tuvo la fuerza ni la determinación violenta del Ejército Republicano Irlandés, la ETA del País Vasco, ni siquiera la del Frente de Liberación de Quebec, por no hablar de los separatistas de Chechenia, Abjasia, Osetia del Sur, Sudán del Sur, Eritrea o Timor Oriental.

Ese tipo de determinación no es estrictamente necesaria para una secesión exitosa.

Como alternativa, la opinión pública del país del cual una región trata de separarse debe estar a favor del cambio (como pasó con la separación de Noruega y Suecia en 1905) o al menos dispuesta a aceptar la voluntad de la población de la región (habría sido el caso del Reino Unido y Escocia, si esta hubiese votado independizarse en 2014).

Pero esas situaciones de consenso son raras, y los catalanes no cuentan con una. El resto de España —al menos los españoles que votaron a los principales partidos políticos— no apoya la independencia de Cataluña.

En esas circunstancias, los separatistas necesitan dominar la escalada. Eso fue lo que terminó impidiendo que hubiera mucha violencia cuando se desintegró la Unión Soviética: Moscú dejó partir a sus repúblicas constituyentes a regañadientes, pero se dio cuenta de que no tenía la fuerza militar para retenerlas a todas.

Si los separatistas no pueden persuadir al país más grande de que es demasiado débil para resistirse, deben estar preparados para librar una guerra sangrienta. Todas las secesiones exitosas de las últimas décadas —y algunas sin éxito— estuvieron marcadas por la violencia.

En lo que a separatismo respecta, hasta los métodos terroristas rinden ciertos frutos. Tanto en Irlanda como en Quebec, los combatientes nacionalistas desesperados le imprimieron urgencia a la causa de la independencia y obligaron a las autoridades a buscar soluciones pacíficas, entre ellas una gran autonomía para las regiones. Pero la secesión total suele alcanzarse con un conflicto declarado.

Ahí, lo mejor es que el pueblo de la región separatista pueda valerse por sí mismo.

Si se involucran potencias extranjeras, suelen aparecer problemas de reconocimiento porque la capacidad de esas potencias de redibujar fronteras suele ofender a sus rivales geopolíticos.

Así, Rusia, China y muchos otros países no reconocen a Kosovo pese a un fallo de la Corte Internacional de Justicia a favor de su secesión: ven la categoría de Estado de Kosovo como resultado de una jugada de poder de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Por otro lado, casi nadie reconoció la “independencia” de Abjasia y Osetia del Sur, que se separaron de Georgia apoyadas por Rusia, y solo 10 países aceptaron a Crimea como parte de Rusia.

Cuando los separatistas se dan cuenta de que tendrán que luchar, las guerras en las que suelen meterse muchas veces duran décadas, como ocurrió en Sudán del Sur, Eritrea y Timor Oriental, antes de que los problemas se resolviesen mediante una votación.

Y naturalmente, la victoria no está garantizada. Los separatistas vascos de ETA, cuya intensa campaña de terror duró medio siglo, fueron derrotados.

Los Tigres Tamiles estuvieron en guerra con el Gobierno de Sri Lanka durante un cuarto de siglo y fueron derrotados. Los chechenos lucharon por independizarse de Rusia durante 15 años; también salieron derrotados.

Los separatistas catalanes no tienen la capacidad ni la desesperación para enfrentarse al Ejército español, ni siquiera a la policía española, que recientemente confiscó materiales ligados al referéndum cerca de Barcelona y así demostró que controla la situación en Cataluña.

Tampoco cuentan con el patrocinio de una superpotencia ni mucho apoyo internacional. El primer ministro de España, Mariano Rajoy, domina la escalada al amenazar con la intervención de las fuerzas de seguridad españolas y posibles procesos penales contra los legisladores catalanes separatistas.

Nadie osa amenazarlo con una respuesta violenta. Por lo tanto, no hay motivos para que Rajoy ceda ni forma de que la separación tenga éxito incluso si se realiza la votación con una fuerte participación y la mayoría de los catalanes vota separarse (contrariando las últimas encuestas, que muestran una pequeña preferencia por el status quo).

A menos que los separatistas catalanes estén preparados para una larga resistencia armada, la única forma de alcanzar su meta es convenciendo a la mayoría de los españoles que estarán mejor sin Cataluña.

Eso será difícil por los mismos motivos que presentan los separatistas como prueba de que Cataluña puede tener éxito por su cuenta: esta rica región es un donante financiero neto para el resto de España.

Los separatistas, encabezados por Carles Puigdemont, se acorralaron solos. No están preparados para transitar el largo y peligroso camino al éxito ni tienen argumentos para un escenario de consenso… ni siquiera un apoyo abrumador en la propia Cataluña.

Además, se pasaron de la raya en su enfrentamiento con el Gobierno en Madrid como para poder negociar una mayor autonomía dentro de España.

Con esos líderes y su táctica para independizarse, el pueblo catalán no estará más libre de España pronto, pase lo que pase el 1 de octubre.

Por Leonid Bershidsky

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial ni la de Bloomberg LP y sus dueños.

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