Rio de Janeiro (Reuters).- La presidenta brasileña Dilma Rousseff rechazó airadamente como “terrorismo” al creciente coro de críticas en los medios por el opaco crecimiento de la economía, e insistió en que su Gobierno sigue comprometido a la disciplina fiscal y al combate contra la inflación.
Con Brasil caminando a su tercer año de decepcionante crecimiento y a una inflación al tope de su rango objetivo oficial, la aún alta popularidad de Rousseff ha bajado y su gestión económica es cada vez más escudriñada tanto en los medios locales como en la prensa internacional.
Además, muchos economistas se han vuelto más pesimistas acerca del panorama económico del país, debido al temor por el gasto del Gobierno y por los problemas de Brasil para subir las tasas de interés.
Tales preocupaciones llevaron a la agencia de calificación Standard & Poor’s a advertir la semana pasada que podría rebajar la nota de deuda de Brasil.
En un discurso el viernes en una favela en Río de Janeiro, Rousseff dijo que las críticas eran infundadas y enumeró una lista de fortalezas económicas de Brasil: un robusto mercado laboral, un bajo ratio deuda-PIB, y el firme compromiso del Gobierno de mantener el gasto público y la inflación controlados.
“Dicen que Brasil es un país en problemas (…). No sólo Brasil no está caminando por una vía difícil, sino que somos extremadamente sólidos”, afirmó. “Todos tienen que ser humildes y aceptar las críticas, pero no el terrorismo”.
“Tenemos recursos suficientes para mantener las inversiones y el gasto social, de una forma seria, responsable, que asegure finanzas públicas sólidas y que mantenga a la inflación controlada”, agregó.
El discurso marca la segunda vez esta semana que Rousseff respondió enérgicamente a sus detractores y que buscó asegurar a los inversores que el país sigue comprometido a la disciplina fiscal y a la baja inflación -dos pilares de la estabilidad económica en la última década.