La gran diferencia económica en América Latina

El crecimiento de las naciones del Pacífico supera al de los países del Atlántico. Hay una grieta en América Latina que está perfectamente definida por dos océanos.

(Foto: Reuters)
(Foto: Reuters)

(Bloomberg).- Según las últimas proyecciones económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI), los países del Atlántico -Venezuela, Brasil y Argentina, principales miembros del bloque aduanero Mercosur- crecerán a una tasa promedio de 0.6% este año; mientras que Chile, Perú, Colombia y México -que conforman la Alianza del Pacífico- se expandirán 4.2%.

La diferencia tiene poco que ver con la orientación del oeste de América Latina hacia una dinámica Asia o la exposición de los países del este de la región hacia una Europa estancada.

Bendecido con abundantes recursos naturales y un mercado de consumo de casi 200 millones de habitantes, Brasil sigue siendo el gigante económico regional. Y Venezuela es dueño de una de las mayores reservas de petróleo del mundo.

Sin embargo, al final de un auge de una década de duración impulsado por préstamos obtenidos a bajo interés y altos precios de commodities, el crecimiento en ambos países está quedando rezagado con respecto al de muchos de sus vecinos.
Los más destacados son aquellos que, a pesar de un entorno mundial más desafiante, no han vuelto a los antiguos “ismos” (dígase estatismo y proteccionismo).

“Algunos países derrocharon durante los años de auge; otros hicieron la tarea”, dice Ramón Aracena, economista jefe para América Latina del Instituto de Finanzas Internacionales en Washington. “América Latina ya no es un bloque unificado con un ciclo económico sincronizado”.


Los países del Atlántico gastaron más y ahorraron menos. En Brasil, el gasto público promedió el 40% del producto bruto interno (PBI) entre el 2010 y 2013, en comparación con un promedio de 27.5% en Chile, Colombia, México y Perú, según un informe de abril de Goldman Sachs. El ahorro interno alcanza los 16.4% del PBI en Brasil, en comparación con un promedio de 20.8% en los países del Pacífico.

Las firmas calificadoras ya están tomando nota. Moody’s Investors Service elevó la calificación crediticia de México a Aaa en febrero, cuatro niveles por encima de basura.

Un mes después, Standard & Poor’s bajó la de Brasil a BBB-, el grado de inversión más bajo. La economía de México crecerá 3% este año, según las previsiones del FMI, superando el 1.8% de Brasil.

“El dinero sigue al crecimiento”, opina Ricardo Espírito Santo, presidente de la unidad brasileña de Espírito Santo Investment Bank. El prestamista portugués está interesado en financiar proyectos en México, país que se encuentra en proceso de apertura de su sector energético a la inversión extranjera. Ese país “va bien, por eso estamos enfocando nuestras actividades allí”, agrega Espírito Santo.

Entre los países del Atlántico, no hay escasez de ejemplos de una severa intervención gubernamental que exprime las ganancias de las empresas, desalienta la inversión y disminuye la demanda.

Argentina, que dejó de pagar su deuda externa a fines del 2001, volvió a crecer con una mezcla de políticas comerciales restrictivas y estatistas durante el Gobierno del fallecido presidente Néstor Kirchner.

Con una balbuceante economía, su sucesora y viuda, Cristina Fernández de Kirchner, ha tenido que hacer frente a un gasto importante de las reservas de divisas. En diciembre, la presidenta ordenó un impuesto del 50% sobre los automóviles extranjeros con un valor antes de impuestos de más de 210,000 pesos ($ 25,944).

Como resultado, las ventas de automóviles cayeron 40% en abril respecto al año anterior, según la Asociación de Fabricas de Automotores de Argentina. “Este mes no hemos vendido nada, y el mes pasado hemos vendido muy poco”, dice Tomas Herrera, propietario de una concesionaria en Buenos Aires especializada en vehículos de lujo, pero que ahora vende modelos más baratos.

Mientras tanto, una devaluación de 19% del peso en enero provocó un aumento repentino de los precios de consumo, afectando aún más la economía, a pesar de que ha ayudado a estabilizar las reservas internacionales.

En Venezuela, que sigue lidiando con el legado del fallecido Hugo Chávez, las expropiaciones del gobierno, junto con los controles de precios, han debilitado la inversión privada, perjudicando la capacidad en una serie de industrias como la de procesamiento de alimentos y electricidad.

Las carencias resultantes han impulsado la tasa de inflación más alta del mundo-59.3% en los últimos 12 meses hasta marzo-y desencadenaron protestas violentas que han provocado la muerte de al menos 42 personas desde febrero. En un informe del 24 de abril, el FMI dijo que las políticas “distorsivas” fueron una de las razones por las que la economía rica en petróleo de Venezuela se estancará este año.

Brasil, otrora considerado como uno de los mercados emergentes más dinámicos del mundo, junto con Rusia, India y China, este año se ubicó en el puesto 116 de 189 países en el último ranking de facilidad para hacer negocios del Banco Mundial.

Según el informe, las empresas tienen que dedicar 2,600 horas al año en lidiar con impuestos en Brasil, frente a un promedio de 369 horas en el resto de América Latina. La presidenta Dilma Rousseff ha promovido una filosofía de gobierno grande, promulgando controles de capital y de precios del combustible y la electricidad.

Su administración “es vista por las empresas como excesivamente intervencionista”, dice Carlos Kawall, economista jefe del Banco J. Safra en Sao Paulo. “No hay confianza”.

Por el contrario, las perspectivas económicas sobre el Pacífico son brillantes. El presidente izquierdista del Perú, Ollanta Humala, ha sorprendido a los inversores con su apoyo a los principios de libre mercado.

Bajo su mandato, el país andino ha otorgado contratos por $ 12,000 millones para tender líneas de energía, construir nuevas carreteras y mejorar las instalaciones portuarias, con el fin de aumentar las exportaciones.

El país ha firmado acuerdos de libre comercio con los EE.UU., China y la Unión Europea en los últimos cinco años.“Perú es bastante emprendedor en este momento”, dice Gerard van den Heuvel, CEO de la unidad local de DP World de Dubai, que maneja más del 70% de los envíos de contenedores del Perú.

En México, las empresas se están posicionando para beneficiarse del final del monopolio petrolero de 76 años del gobierno. El Congreso aprobó cambios constitucionales el año pasado, y la legislación que define el alcance de la participación del sector privado en proyectos de energía podría someterse a votación en junio.

Bank of America estima que México podría recibir hasta US$ 20,000 millones al año en inversión extranjera adicional como resultado de las reformas.

“Considerando una reforma prevista de las leyes laborales y fiscales bizantinas del país, su tasa de crecimiento potencial podría aumentar a 5.5% en el 2016”, dice Gabriel Casillas, economista jefe del Grupo Financiero Banorte. “Somos optimistas acerca de México.”

El comercio es la raíz de las diferencias en América Latina. Los miembros de la Alianza del Pacífico, creada hace tres años, han tratado de ser más competitivos y aumentar el comercio mediante la reducción de aranceles y la búsqueda de nuevos mercados de exportación. Mercosur -el bloque aduanero con 23 años de existencia y que comprende Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela- se ha estado moviendo en la dirección opuesta.

“Las naciones del Mercosur han adoptado una serie de medidas proteccionistas”, opina David Rees, analista de Capital Economics en Londres. El comercio promedia el 54.4% del PBI en las naciones de la Alianza del Pacífico, frente al 41.3% en Venezuela, 40.1% en Argentina y 24% en Brasil.

La naturaleza de la Alianza del Pacífico, orientada hacia el mercado con miras al extranjero, está pagando dividendos para empresas como Modamar.

El fabricante de trajes de baño con sede en Bogotá, dice que, en comparación con sus competidores brasileños, sus envíos a los EE.UU. y Europa pasan los controles de aduana más rápido gracias a los acuerdos comerciales bilaterales y regionales. También paga aranceles más bajos sobre las importaciones de Lycra que compra.
“Somos más competitivos, y Colombia está ganando la fama que Brasil solía tener para este tipo de productos en todo el mundo”, dice el cofundador Carlos Laverde.

La divergencia de crecimiento en América Latina es probable que continúe. Si bien todos los países de la región enfrentan tiempos difíciles como la reducción de los precios de commodities y el aumento de los costos de préstamos internacionales, las naciones del Atlántico tienen un espacio limitado para flexibilizar sus políticas monetarias y fiscales sin avivar aún más la inflación.

Charles Collyns, director gerente del Instituto de Finanzas Internacionales, tiene más confianza en los países del Pacífico. En su opinión, estos “tienen mejores instituciones y políticas para impulsar y diversificar sus economías”.

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