Qué nombre deberíamos darle a la recuperación de las acciones

El impacto beneficioso en el ánimo inversor se ve reforzado por la intención manifiesta de la administración de reformar el código tributario de una forma favorable al crecimiento e implementar un programa de infraestructura.

(Bloomberg) Aunque distan de ser perfectas, las etiquetas tienen un importante papel en proporcionar señales sucintas de fenómenos mayores. Esto, a su vez, influye en la forma en que las personas piensan sobre el pasado, el presente y el futuro y qué acciones estarían justificadas y por qué.

Yo sostendría que el impresionante repunte actual del mercado de valores es un caso en cuestión y que los diversos rótulos que se le aplican tienen diferentes consecuencias relacionadas con su dinámica, factores determinantes y la forma en que los inversores deben pensar en posicionar su exposición.

Algunos siguen llamando a la última fase de este impresionante repunte de las acciones la “cotización de Trump”. Su impulso proviene de lo que se considera una administración inusualmente favorable a los negocios y sus promesas de implementar medidas que beneficiarían directamente los resultados finales de las compañías (como recortes fiscales, desregulación y una repatriación más barata del efectivo depositado en el extranjero).

El impacto beneficioso en el ánimo inversor se ve reforzado por la intención manifiesta de la administración de reformar el código tributario de una forma favorable al crecimiento e implementar un programa de infraestructura.

En sus primeras etapas (noviembre-diciembre de 2016), la cotización de Trump se caracterizó por un aumento de las acciones encabezado por los títulos financieros e industriales, dos sectores que, según se creía, serían los más beneficiados, tanto en términos absolutos como relativos.

El dólar se fortaleció y los rendimientos de los bonos gubernamentales estadounidenses subieron, no solo en términos absolutos, sino también respecto de los bunds alemanes, y el diferencial para los que tenían vencimiento a 10 años se amplió a cerca de 220 puntos básicos.

En los meses que siguieron, estas características de la cotización de Trump se revirtieron. El liderazgo de los mercados bursátiles ha rotado, el dólar se debilitó y el diferencial entre Alemania y Estados Unidos volvió a bajar a cerca de 190 puntos básicos.

Por tales razones, algunos prefieren usar la frase “cotización reflacionaria” para describir el actual repunte de las bolsas. Según esta etiqueta, el aumento de las acciones se debe a perspectivas más positivas para la economía mundial gracias a un repunte sincronizado en el mundo avanzado –en particular, una actividad económica en expansión en Europa y Estados Unidos– y la estabilización de las principales economías emergentes: Brasil, China y Rusia.

El supuesto pasaje de la cotización Trump inicial (principalmente un fenómeno de noviembre y diciembre) a la cotización reflacionaria ayudaría a explicar en qué forma los nuevos niveles récord de los principales índices bursátiles de Estados Unidos estuvieron acompañados por diferenciales de tasas de interés más bajos y un dólar más débil.

La tercera etiqueta, “cotización de liquidez”, pone menos énfasis en las consideraciones económicas y estratégicas de las otras dos, y más en poderosas inyecciones (actuales y esperadas) de liquidez en el mercado –en particular provenientes de los bancos centrales, los balances de las empresas y las familias–.

El fenómeno se ve potenciado por un efectivo que antes estaba marginado por el trauma de la crisis financiera mundial y que ahora es atraído hacia el mercado.

Estas tres etiquetas señalan diferentes factores que deben tenerse en cuenta al evaluar las perspectivas de las acciones y que no se excluyen mutuamente. De manera específica:

Si uno cree en la cotización de Trump, se centraría en el diseño de las políticas favorables al crecimiento y a las empresas de la Casa Blanca y, en colaboración con el Congreso, su implementación.

Si uno cree en la cotización reflacionaria, focalizaría su atención en la medida en la cual la reciente mejora del ánimo de los hogares y empresas a ambos lados del Atlántico se traduce en unos datos “duros” más fuertes.

También observaría cómo el mundo emergente está consolidando su estabilización económica. Si uno cree en la cotización de liquidez, evaluaría la sustentabilidad de las tres fuentes de inyección de liquidez, con particular hincapié en las políticas de los bancos centrales. Las implicaciones para la inversión también difieren.

En el marco de la cotización de Trump, uno se cargaría de acciones industriales y financieras de Estados Unidos y dólares, mientras que vendería en corto los bonos del Tesoro. En el marco de la cotización reflacionaria, uno asumiría una exposición bursátil mucho más global.

Y en el de la cotización de liquidez, uno buscaría reducir gradualmente los dólares invertidos que corran riesgo y rotaría una mayor cantidad de la restante exposición de mercado a segmentos retrasados de los mercados internacionales.

Tengo la sensación de que, como la perspectiva de implementación política se ha vuelto más complicada y es probable que continúe así, el actual repunte es en esencia una cotización de liquidez ampliada por un sabor reflacionario.

Para desarrollar un apuntalamiento mucho más sólido, tendría que estar anclada en una reflación mundial más vigorosa y mejores perspectivas para las políticas favorables al crecimiento en Estados Unidos –cuyas evidencias no son abrumadoras, al menos por el momento-.

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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