De aquí al 2050 se espera que la población global aumente en un tercio desde 7,600 millones a 9,800 millones de personas. Esas bocas adicionales necesitarán alimentación, y no sólo productos básicos. A medida que las personas se hacen más ricas, aumenta su demanda de proteínas, especialmente de carne y pescado. Por ejemplo, se prevé que el consumo de carne de vacuno en Asia aumentará en un 44% en la próxima década.
La crianza de animales para comer ya tiene enormes efectos sobre el medio ambiente del mundo. El número de animales de granja se disparó durante el siglo XX. Más de 20,000 millones de pollos, 1,500 millones de ganado vacuno y 1,000 millones de ovejas están vivos hoy en día. Una cuarta parte de la tierra del mundo es usada para su crianza.
Estos animales consumen el 30% de los cultivos del mundo. Beben agua –se necesita unos 15,000 litros de agua para producir un kilo de carne, en comparación con sólo 1,500 litros por un kilo de maíz o trigo. Y sus eructos no son nada bueno para el ambiente. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el ganado es responsable del 14.5% de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos.
¿Cómo se puede alimentar al planeta de manera sostenible? Un conjunto de respuestas gira en torno a convencer a la gente a poner cosas diferentes en sus platos. Los vegetarianos tienen la solución más sencilla de todas, pero trate de decirle a la gente en el África subsahariana que solo coman yuca. Una mejor respuesta es animar a la gente a comer más pescado en lugar de carne. El consumo humano de pescado ya ha superado el de la carne de vacuno, y la acuicultura representa la mitad de todos los peces que la gente come.
Pero casi el 90% de las poblaciones silvestres es extraído del mar en sus límites sostenibles o más allá de ellos. Y los peces de granja, especialmente el salmón, a menudo se alimentan de peces más pequeños que son capturados en el mar. Una idea de moda es que los occidentales coman más insectos, que contienen hasta tres veces más proteínas que la carne de vacuno y ya forman parte integral o complementaria de la dieta de hasta 2,000 millones de personas, según la FAO. Pero para que eso suceda, muchos tendrán que superar el factor “¡Qué asco!”.
Otro conjunto de respuestas implica el uso de la tecnología para crear proteínas artificiales. Inversionistas como Bill Gates y Richard Branson han respaldado startups de carne artificial que producen carne de vacuno y ave a partir de células animales. Tyson Foods, un procesador de carne, es un admirador poco probable de las proteínas vegetales. Los científicos también están estudiando las modificaciones genéticas de los animales: aumentar el músculo del ganado o reducir las infecciones entre los peces de granja.
Si llegan a ser industrializadas y convencen a los consumidores cautelosos, innovaciones como éstas tienen un potencial enorme. Pero cambiar lo que comen los seres humanos no es la única vía para alimentar a una población en crecimiento de manera más sostenible. Otro enfoque, menos obvio, es alterar lo que los animales comen. Es aquí donde la tecnología puede tener el mayor impacto lo antes posible.
Una fuente de mejora radica en el uso más eficiente de los cultivos para alimentar a animales. La proliferación de molinos que procesan el grano en pienso está ayudando en lugares como el África subsahariana, por ejemplo. La agricultura con un intensivo uso de datos está ayudando a mejorar los rendimientos agrícolas de los cultivos forrajeros como la soja, monitoreando cuidadosamente el uso de agua y fertilizantes.
Coma mierda y dieta
Un enfoque más radical es cambiar las dietas de los animales. Los esfuerzos para reducir la cantidad de harina de pescado utilizada en la acuicultura ya han pagado dividendos. En 1990, el 90% de los piensos de salmón utilizados en Noruega eran harina de pescado, pero en el 2013 el mayor uso de materia vegetal había reducido esa cifra al 30%. Se puede hacer más. El 20% como máximo de la proteína en granos que comen los animales se convierte en proteína comestible; el resto se convierte en productos de desecho.
Cargill, un gigante agrícola, inició este año la planta de fermentación de gas más grande del mundo, en colaboración con Calysta, una firma californiana que produce alimento para animales a partir de gas natural. Después de alimentar a las bacterias llamadas metanótrofos con metano, estas pueden convertirse en gránulos de proteínas para peces y ganado. Los insectos también son una opción. Las moscas y gusanos pueden ser criados en estiércol y residuos orgánicos, en lugar de granos, y luego servir de alimento para ganado, pollo y peces.
La FAO ha advertido que para el año 2050 el planeta tendrá que producir un 70% más de alimentos que en el 2009. La idea de masticar más bichos y comer carne producida en laboratorio puede cautivar la imaginación. Pero el camino hacia la sostenibilidad de los alimentos también pasa por el estómago de los animales.