Angustia de indocumentados en universidades de EE.UU. se multiplica con Trump

“Veo a compañeros yendo a grandes universidades, recibiendo cientos de miles de dólares en becas y yo sentado aquí. Por mi estatus migratorio, mis opciones son muy limitadas”. Esta es la historia de un joven mexicano.

(Foto: AP)
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Los Ángeles (AFP).- Fue aceptado en prestigiosas universidades de Estados Unidos, pero optó por una más pequeña para no mudarse y alejarse de sus familiares, que como él son indocumentados: su miedo a ser deportado se multiplicó desde que Donald Trump llegó al poder.

Cada carta de aceptación, oferta de beca inflaba de orgullo a su madre, que lo trajo de México de seis meses para que sus abuelos lo cuidaran hasta que ella cruzó definitivamente la frontera, 10 años después.

Y la realidad de este chico de 18 años, que pidió no ser identificado, ha sido siempre la misma: indocumentado y con la angustia de caer en manos de las autoridades migratorias, que recibieron más poder cuando Trump asumió la presidencia en enero.

“Veo a compañeros yendo a escuelas increíbles, grandes universidades, recibiendo cientos de miles de dólares en becas y yo sentado aquí. Por mi estatus migratorio, mis opciones son muy limitadas”, explicó este joven, de nombre ficticio Pedro, que estudiará criminología.

Universidades en los estados de Washington, Nueva York, Illinois y California dijeron que sí a este muchacho que sueña con convertirse en un agente del FBI, aunque hay que ser ciudadano estadounidense para trabajar en esa agencia federal.

Entre el temor y la incertidumbre que desató la llegada de Trump -que prometió deportar a los 11 millones de indocumentados que hay en el país-, su familia se sentó, discutió y decidió que lo mejor era que por ahora no se separaran.

“Si le pasa algo, no tendría los recursos para viajar, no sé qué haría”, dijo entre lágrimas la madre, vive de reparar y revender muebles viejos.

La mayoría de las universidades no preguntan estatus migratorio y según el instituto Pew hay más de 200.000 estudiantes indocumentados en Estados Unidos.

“No hay mucha esperanza”
Antes de Trump ya era difícil ser indocumentado universitario: no pueden optar a financiamiento público federal -aunque algunos estados como California financian- sino a becas privadas. Y está el hecho de que al graduarse, seguirán ilegales y no podrán trabajar en su área.

A menos que sean DACA, el decreto del expresidente Barack Obama que regulariza desde el 2012 a los niños traídos por sus padres ilegalmente a Estados Unidos, conocidos como “dreamers”.

Más de 600 universidades -incluidas Columbia, Harvard y Yale- solicitaron a Trump que no elimine esta medida como prometió en su campaña.

Hasta ahora no lo hizo, pero este jueves se anunció la cancelación de la política similar conocida como DAPA (Acción Diferida para Padres de Estadounidenses y Residentes permanentes Legales), que protege a las familias con hijos nacidos en Estados Unidos.

Y la zozobra no deja de aumentar entre los 750,000 ‘dreamers’.

Algunos incluso optan por no postular al DACA para evitar entrar en el radar de la agencia migratoria. “Igualmente es arriesgado (…), no salgo a la calle si veo un policía”, dijo Pedro.

Ese condimento de miedo es, para analistas, lo que hace más difícil la vida de estos muchachos.

“Ir a la universidad es una forma de llamar la atención” de las autoridades, explicó a la AFP Stephen Yale-Loehr, profesor de derecho migratorio en la universidad de Cornell, que ha recibido a muchos estudiantes preocupados. “A algunos les cuesta concentrarse”, otros quieren saber si tiene un caso para legalizarse.

Alejandro por ejemplo no tiene DACA, pero está decidido a continuar sus estudios. Con 21 años fue admitido en la Universidad de California en Berkeley, a 640 km de su casa en Long Beach.

Llegó a los 13 años de México cuando su familia quedó en la bancarrota y apostó en el “American Dream”: su padre trabaja en un restaurante, su hermano mayor también es cocinero, y su madre se queda en casa con los hijos más chicos.

Está preocupado con Trump y, al igual que Pedro evita llamar la atención de la policía. Ahora que se va, sus padres, aterrados, le piden que se reporte constantemente.

Más allá de caer preso, Alejandro piensa en su futuro. Como no puede optar a pasantías por no tener papeles, se hará voluntario en investigaciones. Y al graduarse aplicará a una maestría.

“Después no sé. Sé que voy a chocar con una pared y me estoy preparando mentalmente (…). Con Trump sé que no habrá reforma migratoria, no hay mucha esperanza”, sentenció.

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