Un emprendedor es un empresario en potencia , sea cual sea el sector en el que decida poner en marcha su negocio. También aquellos que buscan con su proyecto un impacto social, además de vivir de él. Y, en contra de lo que muchos creen, las start up sociales pueden ser rentables e invertibles.
Para muestra, Smileat, una compañía fundada por Alberto Jiménez, CEO de la firma , Javier Quintana, COO, y Rocío de la Iglesia, product development manager, que proponen un producto de alimentación infantil 100% ecológico. Se lanzaron al mercado en enero de 2015 y un año después han demostrado que se puede contribuir a mejorar la sociedad mientras se hace negocio: han facturado casi S/ 389,05 y esperan cerrar 2016 con una facturación de medio millón.
Mala interpretación
Manuel Lencero, CEO y fundador de UnLtd Spain -una plataforma de apoyo a los emprendedores sociales a través del mentoring, el asesoramiento, la formación y la inyección de capital- considera a estos innovadores tan ambiciosos como los que proponen un negocio de corte convencional.
Asimismo, una opinión que comparte con Francisco Soler, director de inversiones de Creas, que cuenta con dos fondos de venture capital especializados en start up sociales (uno enfocado en seed y otro en etapas de crecimiento). Soler desvela los tres criterios principales que utiliza su plataforma a la hora de invertir en uno u otro proyecto:“El impacto que pretenda tener en la sociedad y la capacidad para que la idea sea grande; que la innovación sea escalable y que cuente con un componente disruptivo;y que el emprendedor sea capaz de armar un buen equipo, recibir feedback y conocer la gestión de una empresa”.
Unos factores que, en el fondo, no se alejan demasiado de los que utilizan los financiadores de cualquier start up. “Al capital que se invierte se le considera paciente, ya que lo relevante no es tanto la consecución del rendimiento en un tiempo determinado como el logro del impacto para el que está ideada la compañía. En Creas contamos con inversores dispuestos a esperar un retorno más lento o incluso inferior al del mercado siempre y cuando esa start up obtenga el impacto deseado”.
En términos de inversión, por tanto, existen ligeras diferencias. “A los financiadores les guía un interés filantrópico. Algunos esperan recuperar lo invertido, otros aspiran a un retorno en línea con el mercado y otros se conforman con rendimientos por debajo, pero todos invierten para contribuir al cambio social”, explica Luisa Alemany, directora del Esade Entrepreneurship Institute quien, además, recuerda que en muchas ocasiones “se financia a través de préstamos (participativos o convertibles) y en el menos casos a fondo perdido”.
Este tipo de emprendedor suele sentirse más cómodo con la financiación a través de deuda, pues “su visión es ir más despacio, es más cauto con la inversión y, normalmente, pide cantidades más pequeñas que otros innovadores, entre los S/ 194,52 y los S/ 583,57”, indica Alemany.
Los emprendedores sociales no descartan el equity, pero no es una de las fórmulas más populares, pues a veces es más difícil valorar sus propuestas de negocio.
Asimismo, muchos de ellos recelan del sentido de algunas rondas de financiación. Diana Moret, fundadora de Pandora Hub, una iniciativa que pretende convertir los pueblos abandonados en hub del conocimiento y en epicentros de innovación tanto para emprendedores como para aquellos que quieran reinventarse profesionalmente, cree que “en el mercado de las start up hay una burbuja impresionante y parece que muchos emprendedores sólo buscan encadenar inversiones, cuando tu mejor y mayor inversor debe ser el cliente”.
Casos de éxito
El público cada vez está más sensibilizado sobre la importancia de un cambio social y de mantener cuidado el entorno, de hacer las cosas de manera distinta. Y los emprendedores sociales saben lo esencial que es para su propósito social que su empresa vaya bien. Para muestra, las cifras: Alejandro Corroto es el fundador de Mensos, una empresa de mensajería urgente en bicicleta que en 2015 obtuvo una facturación de s/ 155,62 y prevé cerrar este ejercicio con unos ingresos anuales de S/ 389,05. No tiene ni dos años y esta compañía ya ha aumentado su plantilla y cuenta con unos 100 clientes en cartera.
El de IctusCare es otro ejemplo que demuestra la velocidad a la que puede crecer una empresa de carácter social. Esta plataforma, cuyo objetivo es, mediante el uso de tecnología, disminuir las molestias y costes asociados para los afectados por ictus, es obra de David Pedroche que, después de que su hermano sufriera un ictus, decidió crear esta aplicación para ayudar a enfermos y familiares.
Eli James, responsable de comunicación de esta firma, asegura que Ictuscare comenzó con recursos propios y ahora ya trabaja con ONG e instituciones que compran horas de uso de esta herramienta y con la Fundación GMP, que adquirió 20,000 horas de videocoaching. “Ahora estamos planeando la expansión, y Chile es uno de nuestros destinos, queremos desarrollar y mejorar la aplicación y el videocoaching, mirar el uso de esta herramienta para otros trastornos y explorar los wearables y otra tecnología que se pueda incorporar en un futuro”.
Por tanto, no les falta a ninguno de estos innovadores. Su valor diferencial es que no sólo buscan la rentabilidad, ni tampoco un éxito a corto plazo, también esperan que sus ideas impacten en la sociedad para cambiar el mundo. Pretensiones que comparten, irremediablemente, con los inversores que confían en sus proyectos e invierten en ellos. Asistimos a la nueva generación de los emprendedores sociales S.L.
Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)