Alfonso García-Miró, actual presidente de la Confiep, relató que siempre tuvo la inquietud de desarrollar negocios, y habían “riquísimas oportunidades” en el sector de comercio exterior del Perú de los años ochentas.
“Identifiqué la oportunidad de hacer algo mejor que el Estado en servicios de carga al comercio exterior, pero fuera de las instalaciones del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, ya que el Estado brindaba esos servicios”, explicó.
Tras un análisis, el empresario identificó que en el sector aéreo del comercio exterior el manejo ineficiente a cargo del Estado de los almacenes dentro del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez generaba pérdidas por US$ 90 millones. Además, el Estado dejaba de ganar en impuestos de importación otros US$ 90 millones. Es decir, se perdían US$ 180 millones por la ineficiencia en el manejo de este almacén.
“Teníamos disponibles US$ 180 millones anuales. Diseñamos una facilidad altamente tecnológica y moderna. Era 1989 y se intentaba estatizar la banca, no ofrecían líneas de crédito a largo plazo. Pero logramos un financiamiento con la agencia del BID, y el Banco de Crédito, porque necesitábamos una contrapartida local”, detalló.
Originalmente, precisó el ejecutivo, las facilidades iban a costar US$ 6 millones, pero se elevaron US$ 10 millones, por la inflación y los fenómenos macroeconómicos.
“Al tercer mes de entrar en operación, desapareció el almacén estatal y el negocio tenía amplias expectativas y ganancias. Entonces me di cuenta de que mi actividad no era administrar, sino desarrollar proyectos de infraestructura relacionados a la experiencia con comercio exterior”, recordó.
García-Miró aprovechó la puesta en marcha de concesiones y privatizaciones para entrar a operar infraestructura estatal ineficiente, con altos niveles de inversión ya enterrados por muchos años.
“Nuestro enfoque fue conseguir al mejor equipo porque el capital financiero no era lo más importante”, subrayó.
Más que ganancias, es el desarrollo social
Con su ingreso al sector aeroportuario, el empresario considera que su labor fue no solo de empresario sino también social. “Quisimos dar todos los elementos de modernidad que pueda tener cualquier aeropuerto regional del mundo y que sus pobladores puedan sentirse orgullosos”, observó.
“Además, le ahorramos al Estado dos tercios de los costos de mantenimiento y le ahorramos a las aerolíneas 30% del costo de operación y generamos ventas adicionales”, resume el ejecutivo. Y si hablamos de aerolíneas, indica, muchas de ellas no veían la posibilidad de acceder a las regiones en donde operaban estos aeropuertos por la incapacidad del Estado para poder ponerlos en mínimas condiciones, lo que cambió con la concesión.
“Nosotros logramos ponerlos en la capacidad suficiente para incrementar alrededor del 20% los vuelos de ida y vuelta y espacio para tránsito de pasajeros para cada una de estas regiones, no por efecto de mercado sino explicado este 20% por mejoras de infraestructura que permitiera a los operadores de la industria satisfacer la demanda”, destacó.