Por Alberto Arregui
Gerente de Inversiones de Compass Group Perú
En estas épocas, los optimistas con respecto a las perspectivas económicas y bursátiles del país son una especie en extinción.
Hasta los representantes del MEF y del BCR, que habitualmente tienen pronósticos de crecimiento por encima del consenso (y de la realidad quizás también), tienen que estar sintiéndose algo más acongojados que de costumbre ante la dura realidad de tener que reducir mes a mes, y ya año tras año, sus expectativas futuras.
Haciendo un mea culpa, me incluyo dentro del grupo de gente que ha tendido a mirar más el vaso mitad lleno que mitad vacío.
Para los inversionistas en la alicaída Bolsa de Valores de Lima, la cosa sigue estando complicada. Salvo algunos periodos alcistas cortos, propios de la naturaleza altamente volátil de nuestro mercado, la realidad es que no hemos estado en una tendencia positiva sostenida desde el alza post-crisis financiera del 2009-2010, que concluyó hace cuatro años ya.
Desde entonces, hemos estado en lo que se conoce en el argot financiero como un “bear market”, o mercado a la baja sostenido. Por supuesto que ha habido acciones que han tenido alzas durante ese periodo, pero, en promedio, las bajas han sido más fuertes y más numerosas.
Para colmo de males, nuestra moneda nacional, el nuevo sol, ha recuperado un viejo hábito que parecía olvidado, quebrando una tendencia de apreciación versus el dólar norteamericano que venía durando más de una década. La depreciación actual del nuevo sol lleva ya casi dos años, el periodo más largo en ese sentido desde la década de los noventa.
La coyuntura actual, entonces, parecería que pinta un panorama bastante sombrío. Sin embargo, si bien siempre es difícil hacer pronósticos, sobre todo acerca del futuro (sabias palabras del mítico jugador de los Yankees, Yogi Berra), tenemos el lujo de poder mirar hacia atrás en el tiempo y tratar de rescatar lecciones de la historia que nos puedan ayudar a entender el presente.
A menos que creamos que el pasado también es incierto, como postula la física cuántica (eso me pasa por leer a Stephen Hawking después de los Oscar). Pero, para ser prácticos, mejor quedémonos en el mundo de la física clásica por el momento.
La ventaja de haber experimentado en carne propia las fluctuaciones y vaivenes de los mercados bursátiles de los últimos veinte años es que uno no tiene que buscar mucho para encontrar información interesante. Y es que si bien la historia no se repite, sí rima bastante (frase atribuída a Mark Twain, pero nunca comprobada).
La rima en este caso es el periodo comprendido entre 1997 y el 2000, tiempo en el cual el índice general de la Bolsa de Valores de Lima vio mucha volatilidad pero que finalmente perdió casi la mitad de su valor.
Curiosamente, en forma paralela, el índice S&P 500 casi duplicó su valor en el mismo periodo.
El parecido a la realidad actual no deja de llamar la atención. Como mencioné anteriormente, entre el final del 2010 y hoy, la Bolsa de Lima ha perdido más de 40%, y en ese tiempo, el S&P 500 casi ha duplicado su valor, nuevamente. Esto no es solamente la historia rimando. Aquí casi hay material suficiente como para un juicio por derechos de autor.
Hasta aquí los parecidos entre ambas épocas los he presentado de forma cuantitativa. Pero las similitudes cualitativas son interesantes también. Desde el punto de vista de optimismo y pesimismo, en el 2000, no podían ser más diametralmente opuestas las actitudes de los inversionistas hacia el mercado peruano y el americano.
En el peruano, reinaba la desazón por la mala performance económica que se venía arrastrando desde hace varios años. Los inversionistas bursátiles extranjeros y locales habían abandonado el barco por las pérdidas constantes y la baja liquidez resultante. La otra cara de la medalla era el mercado americano.
El optimismo y la sensación de indestructibilidad de la economía y el mercado habían catapultado a los índices a récords históricos. Todos eran ganadores. En efecto, lo que estamos viviendo hoy es increíblemente similar desde el punto de vista de actitud.
Lo que pasó después vale la pena recordarlo nuevamente. En los siguientes años, el S&P 500 llegaría a perder el 40% de su valor, mientras que el índice general caería marginalmente más, pero para luego empezar una subida que casi duplica su nivel para finales del 2003. El hecho de que en los cuatro años subsiguientes se haya multiplicado por diez no es relevante para este análisis.
El objetivo de transmitir esta historia no es simplemente convencer a los lectores que sobre la base de lo expuesto las condiciones para una reversión de tendencia están dadas y que esta es inminente. Eso podría demorar algún tiempo más. Cuánto tiempo más es para adivinos. Soy un convencido de que la mejor manera de invertir es adoptar un método multidisciplinario.
El análisis fundamental es crucial, pero se enriquece aún más si tomamos en consideración otros aspectos adicionales. Entender y reconocer nuestras actitudes y preferencias, así como el estado de la psique colectiva de los inversionistas, nos puede ayudar a brindar un marco contextual más completo en el que nos sea posible vislumbrar escenarios no previstos anteriormente.
En la coyuntura actual, nos puede ayudar a ver el vaso mitad vacío o mitad lleno indistintamente. Por ejemplo, si en vez de concentrarnos tanto en el poco crecimiento de las ventas o utilidades de las empresas locales nos fijamos en que algunas de ellas están transando a múltiplos históricamente bajos, quizás nos abra los ojos a una posible oportunidad de largo plazo.
Porque, finalmente, lo más importante no es si el vaso está mitad lleno o mitad vacío, sino lo que tiene adentro. Salud.