Recuperación y productividad
Por Miguel Cardoso
Economista jefe para España de BBVA Research
Los “Aurelianos” y los “José Arcadios” de 100 años de soledad no pueden evitar su destino: están determinados por la personalidad de su nombre y repiten uno tras otro los errores y aciertos de sus antecesores. De la misma manera, la economía española parece haber entrado nuevamente en una fase de crecimiento con características peligrosamente similares a las que dieron forma al período de expansión observado antes del advenimiento de la crisis.
En particular, dos factores destacan: el nulo crecimiento de la productividad aparente del factor trabajo desde el inicio de la creación de empleo y el deterioro de la balanza por cuenta corriente apenas ha comenzado la recuperación del consumo.
De consolidarse estas tendencias, el modelo de crecimiento volvería a apoyarse, al menos en parte, en la disponibilidad de un elevado stock de trabajadores de baja cualificación y, sobre todo, en la capacidad para continuar endeudándose con el resto del mundo. Como las incestuosas relaciones que se dan en el libro de García Márquez entre los Buendía, la economía española parece no poder contenerse y replica, muy a su pesar, algunos de los errores del pasado.
Los datos de PIB del cuarto trimestre del año anterior apuntan a una aceleración de la actividad económica. Más aún, la afiliación a la seguridad social y las cifras que conocemos de confianza, hacen muy probable que el crecimiento se haya mantenido o incluso esté aumentando aún más durante el primer trimestre de 2015. Así, la economía española está creciendo a ritmos anualizados de alrededor del 3% y creando empleo a un ritmo que de sostenerse, superaría holgadamente el medio millón de puestos de trabajo al año. Todo lo anterior es destacable, sobre todo en un entorno donde el principal socio comercial del país, la UEM, ha pasado por un estancamiento que le ha impedido apoyar dicha recuperación.
Sin embargo, el crecimiento de la productividad aparente del factor trabajo ha sido del -0.1% en promedio trimestral durante el 2014, bastante por debajo del 0,5% observado entre 2008 y 2013 y más en línea con el que se dio entre 1994 y 2007 (0,1%). Lo anterior es importante, porque efectivamente podría condenar a la economía española a una fase de crecimiento donde si se quiere maximizar la creación de empleo, será sin que el salario medio se incremente.
Hacia delante, es importante que el proceso de mejora del funcionamiento de los mercados de bienes y servicios continúe, de tal manera que el crecimiento de la productividad se logre de una forma menos traumática que en el período posterior a la crisis (cuando la destrucción de empleo fue el principal instrumento de ajuste).
Un buen comienzo, que limita la acumulación de desequilibrios, han sido las reformas implementadas durante los últimos años y que podrían estar detrás de parte del fuerte aumento de la inversión en maquinaria y equipo (27% desde 4T12) que se ha observado en estos dos últimos años. Nunca antes en la historia, la economía española había destinado tantos recursos a incrementar el capital “productivo”, lo que ha tenido como consecuencia un aumento de la productividad en la industria manufacturera. Lo anterior debería ser aliciente para continuar implementando medidas que ayuden a consolidar este proceso.
En particular, hay tres líneas de acción que vale la pena priorizar. En primer lugar, la dualidad persiste en el mercado laboral y que supone un lastre ya que, entre otros factores, elimina incentivos a la formación. Como ejemplo, se estima que un incremento de 10 pp en la tasa de temporalidad de una empresa reduce su nivel de productividad aparente el 2% en promedio.
En segundo lugar, el bajo nivel de formación de una parte de la población, el prolongado paso por el desempleo de otra y la potencial diferencia entre las habilidades que demanden los sectores que creen empleo y las de los oferentes de trabajo, apuntan a la necesidad de mejorar el capital humano. Un año adicional de estudios de los trabajadores de una empresa se asocia a un incremento de la productividad aparente de entre el 2.3% y el 3.1%.
Finalmente, el tamaño de las empresas es un factor fundamental a impulsar hacia futuro: lograr que el porcentaje del empleo en empresas con más de 250 empleados alcance el mismo nivel que en Alemania eliminaría el diferencial de productividad con España.