Editorial: El desplome

Editorial de Gestión. “El gran problema del alcalde no es su mudez, sino su falta de visión de largo plazo y de cómo modernizar Lima”.

POPULARIDAD DE CASTAÑEDA. Para el alcalde de Lima, Luis Castañeda, la caída de su popularidad se debe a su falta de elocuencia. Pero esa escasa habilidad para la oratoria no le afectó en las encuestas durante sus dos periodos previos (entre el 2003 y el 2010), ni durante las elecciones municipales del 2014, que ganó por amplio margen. Por ello cabría preguntarse si hay algo más en esta inédita tendencia a la baja, que comenzó en diciembre y que se acentuó este mes.

Según la última encuesta Pulso Perú, solo el 28% aprueba la gestión del alcalde, mientras que el 70% la desaprueba. Y El Niño costero –que arrasó con puentes y asentamientos enteros en el este de la ciudad– parece ser la causa del desplome de abril: el 64% califica como “malo” o “pésimo” el desempeño de Castañeda frente a los desastres. Ya se ha hablado de su desatinada reacción ante las críticas, incluido el intento fallido de buscarle pleito al presidente Kuczynski, pero esa actitud refleja una desorientación más profunda.

Es que el gran problema del alcalde no es su mudez, sino su falta de visión de largo plazo y de un concepto claro sobre cómo conducir Lima hacia la modernidad. La idea que tiene de la ciudad no parece ser compartida por la mayoría, que pudo constatar que no basta con hacer grandes inversiones de hormigón cuando esas obras no resisten los embates de la naturaleza, o peor aún, cuando la prevención brilla por su ausencia.

Un efecto de la pérdida de popularidad de las autoridades es que la opinión pública deja de permitir que le vendan gato por liebre. Por eso, cualquier error que cometa el alcalde (o la municipalidad) será magnificado, como está ocurriendo con los paraderos “posmodernos” colocados en la avenida Arequipa. Ahora que está en apuros, Castañeda solo ha atinado a anunciar la próxima culminación de algunas obras.

En otras palabras, más cemento. Quizá esto no sea suficiente para recuperar la popularidad, pero al alcalde no le queda otra opción. Es que nunca tuvo un plan de gobierno para Lima, mucho menos uno para desarrollarlo. Nunca es tarde, toca exigirle hoy a Luis Castañeda que, en lo que resta de su tercer periodo, pague la deuda que tiene con la capital. Por ejemplo, desarrolle un plan que establezca los lineamientos para transformar el transporte en la ciudad e integrarla.

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