BALANCE. Solamente dos tercios de las empresas peruanas realizan prácticas de responsabilidad social empresarial (RSE), un concepto que lleva décadas de avance y aplicación en los países desarrollados, pero que en el Perú no termina de cuajar.
Una encuesta de GRM sobre responsabilidad social corporativa –otro de los muchos nombres de la RSE–, realizada a 200 gerentes de empresas mayoritariamente de servicios, industria y construcción, muestra que el porcentaje de las que implementan políticas y/o iniciativas de RSE ha estado disminuyendo en los últimos tres años: de 78% el 2012 bajó a 74% el 2013, y este año la caída fue más pronunciada: ocho puntos porcentuales.
Habría que suponer que esta es una de las áreas que sufren recortes presupuestales cuando la situación financiera no es la propicia, que es precisamente lo que ha estado ocurriendo en el mercado peruano, sobre todo en la industria y la construcción.
Al respecto, el 72% invierte 4% o menos de su presupuesto en RSE, o lo que se entiende en el país por este concepto, pues la mayoría lo asocia con donaciones, contribuciones y apoyo a instituciones educativas.
Otros rubros de acción son el reciclaje o reutilización de materiales en los procesos de producción y la mejora de las condiciones de vida en la comunidad, aunque no se detalla qué tipo de actividades se ejecutan para cumplir este último propósito. Lo que sí queda claro es la opinión mayoritaria sobre la relevancia de la RSE.
Cuando es bien aplicada siguiendo una estrategia integral, la RSE es una herramienta útil para la construcción de imagen corporativa –las mineras sí lo saben, casi todas– e incluso para apuntalar las ventas.
Pero en una sociedad como la peruana, donde no existe cultura comunitaria y poco importa que a otros les vaya bien o mal, lo que hagan las empresas más allá de producir y vender nos tiene sin cuidado.
La falta de cohesión social parte de un Estado que no promueve la eliminación de las barreras discriminatorias, lo cual profundiza la frivolidad de unos y el descontento de otros. Si seguimos así, cada vez habrá menos empresas interesadas en la RSE.