AGENDA PENDIENTE. Han pasado cinco años desde que entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio (TLC) con EE.UU. y a pesar de las tribulaciones que atraviesa este mercado, los resultados son positivos desde el punto de vista del exportador peruano: el valor de los envíos ha crecido en cerca de 70% en dicho periodo –los de productos agrícolas con valor agregado se han duplicado–.
Pero quedan puntos que afinar en materia normativa –por ejemplo, todavía no se reglamenta la Ley Forestal–, además de mejorar la participación de las pequeñas y medianas empresas (pyme) en los beneficios del acuerdo. Magali Silva, titular del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, ha admitido que en los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea no se aprovechan capítulos dedicados al sector, aunque se refirió a las micro y pequeñas empresas (mype).
Lo que está impidiendo un mejor desempeño de estas unidades productivas es la falta de un esquema que aglutine los programas de impulso, que se encuentran dispersos en un buen número de ministerios y organismos públicos, los que no necesariamente los ubican entre sus máximas prioridades. Esta dispersión genera multiplicidad de funciones en el Estado y confusión entre los empresarios, quienes seguramente reciben una buena cantidad de boletines informativos y guías para exportar, y angustiados se preguntan a quién acudir para despejar todas sus dudas.
Otro problema en los TLC es la escala. Con algunas excepciones, como los espárragos, el Perú no es reconocido internacionalmente como una “marca” de bienes no tradicionales, de modo que para una empresa que no manufactura o procesa grandes volúmenes, es complicado colocar sus productos en mercados que no distinguen su procedencia.
Es por ello que se tiene que promover la creación de consorcios de productores-exportadores, así como la estandarización de la producción con la aplicación de normas técnicas. La coordinación de esta tarea debería recaer en el Mincetur.