PREOCUPANTE. La minería en nuestro país no está pasando por su mejor momento. Así lo ha vuelto a confirmar el Boletín Estadístico Anual de Minería del Ministerio de Energía y Minas (MEM), publicado la semana pasada. Según el reporte, el número de empleos generados por el sector se redujo en más de 10% el año pasado. Asimismo, la recaudación tributaria en el 2013 fue 15% menor que en el 2012. Estos números podrían sonar más alarmantes si añadimos que la producción minera en el 2013 está todavía por debajo de los niveles del 2008.
Parte de la explicación de esta tendencia viene con la caída de los precios de los minerales (que se encuentran todavía muy por encima del promedio histórico en la gran mayoría de casos, vale recalcar), un factor exógeno que no podemos aspirar a controlar. Sin embargo, hay otros factores que sí podemos empeñarnos en corregir.
El movimiento antiminero ha sido eficiente en propagar su ideología por todo el país, advirtiendo sobre los posibles efectos negativos de la minería, algunas veces con tergiversaciones y falsedades (como se probó en el caso de las protestas contra la minera Xstrata en Espinar) y con soporte logístico para realizar las movilizaciones que derivan en conflictos sociales. El efecto final ha sido la paralización de algunos proyectos y la repulsión de algunos otros.
El Gobierno y el sector privado, en cambio, han sido sumamente pasivos en difundir campañas sobre los beneficios de la minería para las regiones donde se desarrolla esta. El Gobierno Central, en particular, ha fallado en asegurar que el canon minero se traduzca en mejoras en la calidad de vida de los pobladores. Y en los pocos casos en los que se hace una buena gestión de los recursos, los habitantes no tienen cómo distinguir la importante porción que proviene de la minería. Por ello, las obras por impuestos son instrumentos que deben aprovechar mejor las mineras.
Por otro lado, este Gobierno no se ha esforzado en concebir ningún megaproyecto minero o energético para el mediano plazo; una situación que suena preocupante una vez se acabe el tiempo de vida de los grandes proyectos que hoy están en ejecución.