Editorial: Somos lo que comemos

Editorial de Gestión. Este compromiso requiere un trabajo coordinado desde todos los sectores, evitando propuestas aisladas.

ALIMENTACIÓN. Parafraseando a Antonio Raimondi, podemos decir que el Perú es un mal nutrido sentado en una despensa de oro. Y es que resulta inadmisible que, siendo un país con una variedad tan rica de productos provenientes de todos los rincones, incluido el mar, mantengamos cifras tan altas en anemia, desnutrición y obesidad.

Según cifras recientes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 13.1% de niños menores de cinco años sufre de desnutrición crónica, más del 43% de niños menores de tres años tiene anemia y el 35.5% de los mayores de 15 años vive con sobrepeso. Con estas cifras es imposible celebrar el Día de la Alimentación, pero nos sirve para recordar que aún hay un problema por superar.

Estas afecciones van más allá de un problema de salud pues debido a ello las personas reducen su productividad, y en el caso de la población infantil, esto impacta negativamente en su capacidad de crecimiento y aprendizaje. Los niños desnutridos tienen menos posibilidades de tener un buen rendimiento escolar, tienen un estatus económico más bajo como adultos y son más vulnerables a la desnutrición durante la adultez. Es más, según data del Ministerio de Economía, un niño con desnutrición crónica, cuando sea adulto, ganará en promedio un 30% de lo que ganará un niño sano. Es decir, no resolver el problema ahora condenaría a un alto porcentaje de niños a ser pobres de por vida.

El problema debe resolverse atacándolo tanto con acciones de corto plazo como de largo plazo. La anemia por deficiencia de hierro, que es la que más predomina en el país, puede ser la más rápida de revertir con suplementos de hierro, ya sea a través de alimentos o mejorando la distribución de los micronutrientes.

Por su parte, la desnutrición crónica, así como la obesidad, requerirán un trabajo de largo plazo que implique el cambio de hábitos alimenticios, y para ello no basta con las normas del etiquetado o de alimentación saludable. Es necesario trabajar con las familias en materia de acceso a la información y a productos nutritivos.

El Estado tiene una gran oportunidad pues los comedores populares y los programas de apoyo como Qali Warma pueden servirle de vehículo educativo. Este compromiso requiere un trabajo coordinado desde todos los sectores, evitando propuestas aisladas. La salud de las personas y del país lo requiere.

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