María Isabel Remy
Socióloga e investigadora principal del IEP
Estamos ad portas de un nuevo proceso electoral regional. Nuevamente, un alto número de organizaciones compite por el voto: están en carrera 308 listas para gobiernos regionales, un promedio de 12 listas por departamento. Muchos se preguntan, ante la diversidad de organizaciones regionales en competencia, ¿dónde están los partidos políticos? Pues están allí: 149 listas en competencia están inscritas por 16 partidos políticos nacionales. Un exceso. Las restantes 159 listas son candidatos de movimientos regionales entre los cuales, a pesar de que la prensa ha resaltado casos críticos o extravagantes, hay, como en botica, de todo: líderes sociales que expresan descontentos, exitosos empresarios preocupados por el desarrollo de sus regiones o destacados profesionales; y también personas de dudosa procedencia y mucho dinero, aventureros de la política en busca de fortuna personal, etc. Estos últimos no son, por cierto, exclusividad de los movimientos regionales.
La situación no es muy diferente a la elección anterior. En 2010 compitieron 324 organizaciones, de las cuales 159 eran de partidos nacionales y 165 de movimientos regionales.
Lo que ha venido sucediendo, y podría repetirse, es que quienes tienen más posibilidades de éxito son los movimientos regionales. Ello porque los partidos nacionales no logran captar los liderazgos regionales más legitimados, y probablemente porque los electores, que desconfían de los partidos políticos, no votan por ellos. Como dice Zavaleta, los partidos políticos ya no son fuente de un capital político que sirva para ganar elecciones. Efectivamente, el principal capital político fue siempre la militancia. Hoy, éste es sustituido por ingentes capitales invertidos en campañas.
Pero estos movimientos regionales que ganan estas elecciones, no están presentes en el Congreso de la República y no pueden trasladar su experiencia de gestión hacia la elaboración de mejores políticas públicas. Quienes están en el Congreso son quienes pierden en las regiones.
¿Es posible cambiar? Hay muchas reformas en cartera pero me gustaría resaltar una que podría recuperar el sentido de los partidos políticos y la razón de ser de su importancia para la democracia: ser voluntades colectivas organizadas. La ONPE gasta mucho dinero revisando decenas de miles de firmas de militantes que todo el mundo sabe que se consiguen a través de “services” contratados; pocos son militantes reales. Una reforma que lleve a que las listas de candidatos sean producto de elecciones primarias (vinculantes y supervisadas) en las que se constate que ha participado cuando menos la mitad de los inscritos en el padrón de militantes, obligaría a tenerlos, o provocaría alianzas para lograr este mínimo. Muy probablemente no habría 308 listas en competencia y no habría 17 “partidos políticos” nacionales. Ello pondría las bases de las dos reformas pendientes más importantes del sistema electoral, el financiamiento de partidos que evite la peligrosa presencia de capitales de actividades ilícitas, y la eliminación del voto preferencial.
Pero si todo sigue como hasta ahora, el resultado va a ser… el mismo, y seguirá siéndolo, con mayores riesgos para la democracia.