(Bloomberg) Los políticos alemanes suelen abordar los problemas económicos desde un punto de vista moral. El importante superávit comercial del país es un bien por donde se lo mire, mientras que los persistentes déficits de otros países hablan de extranjeros despilfarradores que viven gastando más de lo que pueden. Ahorrar es bueno, pedir prestado es malo y equilibrar el presupuesto es lo primordial, más allá del impacto en la demanda.
Por eso, Berlín estará muy disconforme con los últimos datos económicos.
Desde que los británicos votaron a favor de abandonar la UE, las noticias económicas del Reino Unido han sido bastante positivas. Los derrochones británicos siguieron comprando hasta caer desmayados y adquiriendo casas que cuestan mucho más de lo que ganan. La actividad manufacturera del país, pese a haberse contraído en julio, se ha recuperado, al igual que el sector de los servicios. En cambio, la caída de 1.5% intermensual de la producción industrial alemana anunciada el miércoles –la mayor baja en casi dos años- fue sólo la prueba más reciente de que la economía alemana se está desacelerando un poco.
No es de sorprender que la economía alemana, que se basa en las exportaciones, sea vulnerable a un shock de confianza como el Brexit (junto con otros factores como China). Cuando la incertidumbre es grande, los bienes de capital alemanes no están primeros en la lista de compras de la gente y las fábricas nacionales harían bien en producir una menor cantidad de ellos. La crisis financiera mundial afectó mucho a Alemania justamente por esa razón.
Pero, si bien el enojo de Alemania con el Reino Unido por hacer tambalear el bote económico de Europa sería comprensible, su obcecación con su propio modelo económico no lo es. En realidad, el Reino Unido y Alemania son el equivalente económico del yin y el yang, uno no puede sostenerse sin el otro.
El déficit de cuenta corriente del Reino Unido llega al 6.9% de la producción económica, lo que significa que depende de la benevolencia de los extranjeros para financiar el faltante, como dijo el gobernador del Banco de Inglaterra Mark Carney. A la inversa, el miércoles el Instituto Ifo proyectó que el superávit de cuenta corriente de Alemania treparía a 8.9% este año, el más grande del mundo en dólares estadounidenses.
Por el bien de la estabilidad mundial, ambos países deben hacer un ajuste. El Reino Unido podría aprender algo de la habilidad exportadora de Alemania y Alemania podría sostener mejor el consumo. Es posible que la necesidad de Alemania de tomar medidas sea mayor. La caída de la libra esterlina después del Brexit podría reducir el déficit británico a la mitad en los próximos tres años al incrementar las exportaciones y los retornos que obtienen los británicos de sus activos en el exterior, según el Banco de Inglaterra.
El aumento de los ingresos fiscales ha permitido a Berlín reforzar la inversión en infraestructura pero es bastante improbable que realice una gran ola de gastos financiados con deuda en el futuro próximo. De modo que, si hubo algo positivo en los datos alemanes dados a conocer el miércoles, fue que la actividad de construcción repuntó con fuerza. Como explicó Alessandro Speciale de Bloomberg News, el incipiente auge inmobiliario de Alemania finalmente podría contribuir a que la balanza comercial del país esté más equilibrada.
El aumento de precio de las viviendas podría hacer que los alemanes se sientan más ricos y ahorren un poco menos, mientras que la llegada de inmigrantes los obligará a construir más viviendas e importar materiales de construcción. Obviamente, dado el horror que les causa todo lo que huela a exceso económico –fuera de ese superávit de cuenta corriente-, los alemanes ya están preocupados por los precios de las propiedades. Pero, si bien no querrán imitar a los imprudentes británicos, una pequeña dosis de entusiasmo inmobiliario de hecho podría hacerles bien a Alemania y la economía mundial, siempre que no se les vaya la mano.
Durante demasiado tiempo Alemania dependió de que sus socios comerciales le compraran bienes sin tener con ellos la gentileza de comprarles suficientes productos a cambio. Pero si la amabilidad de los extranjeros en verdad tiene límites, eso también se aplica a los alemanes.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.