La victoria de la Argentina sobre Holanda que determinó el pase del país sudamericano a la final de la Copa del Mundo 2014, terminó de diseñar el peor de los finales para los brasileños, en especial para la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff.
Más aún porque el próximo domingo Dilma Rousseff en persona hará entrega de la Copa del Mundo de la FIFA. Recibirá el trofeo de manos de la Mandataria o Argentina, archirrival brasileño o Alemania, verdugo de la más trágica jornada de la historia futbolística del anfitrión del Mundial.
“No sería de extrañar que, al igual que sucediera en el partido inaugural, una silbatina general se adueñe del Maracanã al momento de la intervención presidencial”, afirma el analista internacional, Santiago Pérez.
El analista recordó que a medida que el torneo avanzaba el gobierno de Dilma Rousseff veía recuperar su imagen. Las manifestaciones retrocedían, los estadios estaban llenos, la población disfrutaba de la increíble cifra de 8 feriados en 30 días y el seleccionado brasileño ganaba (sin gustar ni golear).
Dentro de este contexto Dilma alcanzó su pico máximo de popularidad desde inicios de año, llegando su intención de voto hasta el 38% de cara a las presidenciales de octubre. El oficialismo hacía realidad su anhelado objetivo: capitalizar políticamente el status de anfitrión de la Copa.
El rodillazo que recibió Neymar y la goleada recibida por Brasil por parte de Alemania, pusieron fin a esta costa Luna de Miel. El descontento social, adormecido desde el 12 de junio, despertó en forma inmediata tras el paso de la aplanadora germana.
La inflación, las pobres perspectivas económicas para lo que queda del año y los escándalos de corrupción volvieron a ocupar la escena. Todo sucedió en cuestión de horas.
Dilma Rousseff intentó una respuesta rápida. Aun con el país en estado de shock, la Jefa de Estado concedió una entrevista a la CNN donde hizo hincapié en el éxito organizativo de la Copa, relativizando la importancia del resultado deportivo. En la cuenta oficial de Rousseff en Facebook puedo leerse: “Perdimos la copa, pero la #copadelascopas es nuestra”.
“Se trata, sin dudas, de un cuadro que ningún político quiere protagonizar a solo tres meses de un decisivo proceso electoral”, señaló Pérez.