DE REGRESO AL FUTURO. Hace dos días, la Comisión de Constitución del Congreso aprobó el dictamen que establece el retorno al sistema bicameral. Si bien esta propuesta tiene mayores posibilidades de ser aprobada en el pleno que en los dos gobiernos anteriores –cuando se presentó esta propuesta sin éxito-, nada está dicho todavía. Por lo pronto, los opositores de esta decisión han prometido dar una “dura batalla” cuando el proyecto sea discutido.
El principal argumento esbozado en contra de la bicameralidad apunta a que una nueva cámara solo contribuiría a aumentar la burocracia –y sus costos asociados– sin aportar ninguna mejora. Se cita como argumento la abrumadora desaprobación –alrededor de 90%– del Congreso actual. Sin embargo, es precisamente esta cifra la que debe tomarse como un mensaje de que algo tiene que cambiar.
Cuando el sistema bicameral fue sustituido por el actual Congreso unicameral, en 1993, se creó un mecanismo para suplir la labor del Senado: una segunda votación para aprobar los proyectos de ley después de una nueva discusión. No obstante, en la práctica, este mecanismo ha sido pisoteado y sorteado –a través de exoneraciones– en innumerables ocasiones por los parlamentarios, teniendo como ejemplo más ilustrativo este año la fallida reforma de las AFP.
Una cámara independiente exclusivamente dedicada a la revisión de propuestas garantizaría un segundo debate que, aparte, permitiría la participación de la opinión pública. La coexistencia de dos cámaras, además, les dificultaría la labor a todos aquellos que pretendan usar al Parlamento para fines propios, puesto que su trabajo se duplicaría.
Obviamente, la bicameralidad no es una solución mágica que, de repente, eliminará todos los problemas partidarios y políticos que tenemos en el país. Sin embargo, es un paso hacia adelante. Sería bueno incluir también en el debate otras reformas, como la renovación por tercios, el voto facultativo, distritos electorales más pequeños, entre otras.
Tras la votación, el presidente de la Comisión de Constitución, Omar Chehade, anunció que quedan por mejorar algunos aspectos. Entre ellos, sin duda, debería estar la eliminación de la senaduría vitalicia –que implica inmunidad- para los ex mandatarios, que nada tiene que hacer, dado el contexto en el que nos encontramos.