EXIGENCIAS. La reciente modalidad en boga de convocar paros y manifestaciones con el fin de conseguir la atención del Gobierno no es una casualidad. Por el contrario, el Gobierno del señor Humala ha incentivado esta conducta probando que es la vía más eficiente por la cual los ciudadanos pueden canalizar sus quejas. Después de todo, hay una alta probabilidad de que las demandas sean atendidas por esta ruta, a diferencia de cualquier institución diseñada específicamente para este propósito.
En este contexto fue que la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), grupo muy experimentado en temas relacionados a manifestaciones dado que la dirigencia ha permanecido intacta por años, convocó a un paro nacional la semana pasada. Pero lo curioso en este caso –dado que las manifestaciones ya son un tema cotidiano en el país- fue la lista de demandas asociada con la movilización. Siendo los gremios sindicales los organizadores de la protesta se esperaba que las exigencias estén circunscritas al ámbito laboral (como los ya anticipados rechazos a la Ley de Reforma Magisterial y a la Ley del Servicio Civil); no obstante la CGTP fue más allá. Mucho más allá, a decir verdad.
El pliego de reclamos, dentro de los cuales también estuvieron la derogación de la Ley de Reforma Magisterial y de la Ley del Servicio Civil, incluía 34 puntos, la mayoría de ellos sin siquiera una conexión clara entre sí, como la renuncia del ministro de Economía, la despenalización del aborto, la defensa de la pesca para el consumo humano, la seguridad ciudadana y el aumento del sueldo mínimo.
Esta extraña mezcolanza fue uno de los motivos por los cuales la huelga no tuvo mayor trascendencia. Hacer coincidir a miles de personas sobre 34 puntos, la mayoría de los cuales son ajenos a los intereses de los involucrados, no es fácil. Peor aún, es contraproducente. Llenar una lista con temas vagos y aplazables no hace más que debilitar los puntos específicos y urgentes.
La CGTP, entonces, tomó la decisión consciente de anteponer la agenda de la izquierda política a los intereses específicos de sus bases, lo cual podría costarle algo de legitimidad ante los trabajadores. Un tiro que podría salirle por la culata a la larga.