(Bloomberg View).- Algunas políticas audaces y simples tienen sus méritos; la orden ejecutiva del viernes que prohíbe temporalmente que los ciudadanos de determinados países ingresen a Estados Unidos y detiene indefinidamente la entrada de refugiados sirios no es una de ellas.
Tal como está diseñada e implementada, hay dudas legítimas sobre la eficacia de la orden para cumplir con el objetivo declarado de prevenir el terrorismo. También corre el riesgo de producir muchos daños colaterales y consecuencias no buscadas que en última instancia podrían resultar contraproducentes y nocivas para la seguridad nacional, la economía y la autoridad moral, los valores y el renombre de Estados Unidos en el mundo.
Incluso el valor de la orden como señal interna está en duda y podría dañar la credibilidad y la eficacia de futuras iniciativas de política de la Casa Blanca.
La prohibición de viaje se expresa de manera sucinta: “Para proteger al pueblo estadounidense de los atentados terroristas de ciudadanos extranjeros a quienes se da entrada a Estados Unidos”. Con efecto inmediato, prohíbe el ingreso por períodos específicos de tiempo a los ciudadanos de siete países (Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen).
Pero este es un enfoque sumamente burdo para un tema importante. Los primeros informes sobre su aplicación indican que incluso a quienes poseen desde hace mucho visas plurianuales para Estados Unidos, junto con los portadores de una green card y las personas con doble nacionalidad, se les está negando la entrada en los aeropuertos o se les impide abordar aviones con destino a Estados Unidos.
Esto incluye a las personas que viven en Estados Unidos de manera legal desde hace muchos años, han sido verificadas y son miembros productivos e integrados de su comunidad local.
A juzgar por Google, que informó que más de 100 de sus empleados que viajan al exterior se ven afectados por la orden, esta también comprende a trabajadores residentes en Estados Unidos que pagan impuestos y contribuyen de manera productiva al crecimiento nacional y que, hasta este fin de semana, estaban en viajes de negocios o de vacaciones en el extranjero. Ahora podrían haber quedado varados.
No está claro si la prohibición de viajar también es aplicable a los que trabajan en las instituciones internacionales con alberga Estados Unidos, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
La incertidumbre es suficiente para impedir que algunos empleados viajen al extranjero por negocios, reduciendo así la eficacia de esas instituciones.
También están los estudiantes de las instituciones educativas estadounidenses, algunos de los cuales todavía están en proceso de regresar para iniciar el nuevo semestre.
No es de extrañar que tantas personas de todo el espectro político estén cuestionando la orden ejecutiva, y lamentando su carácter sumamente discriminatorio y los riesgos relacionados con lo que hace de Estados Unidos un país tan especial y tan admirado.
La prohibición podría debilitar la autoridad moral de Estados Unidos, además de su posición y el respeto que impone. A su vez, esto puede socavar la credibilidad del gobierno del presidente Donald Trump, creando posibles vientos en contra para la eficacia de sus futuras medidas en una amplia variedad de áreas.
Supongo que algunas personas podrían pensar que todo esto se justifica si la prohibición puede lograr su objetivo. Pero en esto también hay problemas.
Varias personas ya han señalado que ninguno de los incidentes terroristas que sufrió Estados Unidos en los últimos tiempos, incluidos los horribles atentados del 11 de setiembre, fue cometido por ciudadanos de los siete países designados. La prohibición podría tener otras consecuencias perjudiciales.
Algunos han hecho notar que es aplicable a personas que combatieron junto a las tropas estadounidenses en situaciones peligrosas e incluye a algunos que actuaron heroicamente, salvando a nuestros hombres y mujeres de uniforme.
Esta es sólo una de las señales adversas que transmite la orden ejecutiva a los muchos partidarios y admiradores de Estados Unidos que viven en los países mencionados.
Comprendo, y fervientemente comparto, el deseo de reducir los riesgos de terrorismo. Tal como está diseñada e implementada, la prohibición de viaje no es una buena manera de hacerlo.
Por Mohamed A. El-Erian.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.