(Bloomberg).- El Reino Unido parece estar reviviendo la década de 1970, y no son los pantalones de campana los que se han vuelto a poner de moda.
Con el cese de las actividades del Parlamento durante el verano, la primera ministra Theresa May debe encontrar respuestas al drama político que vive el país y que pone en peligro su estrategia del Brexit, mientras los inversores anticipan más problemas para una nación que fue vista en el pasado como el contrapeso estable a la convulsión europea.
Nos tendríamos que remontar 40 años para encontrar un momento en que el país se consideró políticamente tan arriesgado, de acuerdo con Mark Dowding, gestor de capital de BlueBay Asset Management en Londres.
La ambivalencia con respecto a Europa, la fragilidad política del Gobierno y una población cansada de los sacrificios recuerdan a una época en la que el Reino Unido dudaba si unirse a la precursora de la Unión Europea y una crisis económica lo obligó a solicitar un humillante rescate.
“En la década de 1970 el Reino Unido tuvo que recurrir al final al FMI y ahí es probablemente donde estaremos otra vez”, dijo Dowding. “Parece que nos hemos autolesionado y que nos enfrentaremos a dificultades durante algún tiempo”.
Al igual que Edward Heath en 1974, May apostó por unas elecciones anticipadas para acabar perdiendo la mayoría absoluta de su Partido Conservador en el Parlamento. A diferencia de Heath, la primera ministra se ha mantenido en el poder pero su mandato es tema de especulación constante y su rival, el líder laborista Jeremy Corbyn, espera al acecho con la promesa de aliviar las medidas fiscales.
La encuesta más reciente muestra que ningún mandatario desde 1977 ha sido tan impopular como lo es May a tan solo un mes después de haberse impuesto en las elecciones. La próxima gran prueba a su autoridad será la conferencia conservadora de octubre, donde podrían surgir retos a su liderazgo.
El director general de Eurasia Group, Mujtaba Rahman, dijo que “aunque May sobrevivirá hasta la conferencia del partido, no está claro si sobrevivirá después de eso”.
Las repercusiones de la votación a favor del Brexit, la débil posición de May y un nivel de riesgo a la seguridad más elevado han creado un clima de turbulencia rara vez visto desde la llamada “década perdida”, cuando el malestar por la situación laboral y la inestabilidad política se sumaban a un telón de fondo de ataques terroristas de republicanos irlandeses.
La debilidad de la libra esterlina fue uno de los factores que pesaron sobre la confianza de los inversores en los años setenta. Los altos niveles de gasto público destinados a revitalizar una economía moribunda llevaron a una inflación de dos dígitos y a la crisis de la libra.
Finalmente, en 1976, un gobierno laborista solicitó un préstamo sin precedentes al Fondo Monetario Internacional y tuvo que realizar profundos recortes del gasto. Volviendo al presente, los déficits presupuestarios y comerciales continúan pesando en la mente de los economistas, mientras que la libra ha caído bruscamente desde la conmoción del referéndum de 2016.
“El Reino Unido tiene una situación política menos estable que muchos mercados emergentes”, dijo Ben Kumar, administrador de capital en Seven Investment en Londres, la cual gestiona más de 10.000 millones de libras (US$13.000 millones). “Esto puede verse reflejado en el valor de la libra esterlina. La libra no solía reaccionar a los anuncios políticos, pero hoy en día ya casi no puede decirse eso”.
Entonces, ¿cómo terminó la historia hace 40 años? Una serie de huelgas contra los límites a salarios impuestos por el Gobierno -con basura acumulada en las calles y cuerpos sin enterrar- dieron lugar al “invierno del descontento”. Cinco años de inestables gobiernos laboristas llegaron a su fin cuando el primer ministro James Callaghan perdió en una moción de censura por un solo voto.
Como consecuencia Margaret Thatcher arrasó en el poder con su eslogan “El laborismo no funciona”, iniciando un período de 18 años de gobierno conservador.
Sin dudas, hay diferencias clave entre la situación actual y la de entonces. Aún hay apetito por la deuda pública, la inflación está bajo control y los tipos de interés se encuentran en mínimos históricos. La conclusión es: no relajarse demasiado.
“La agitación que estamos observando actualmente, podría, de hecho, ser la calma antes de la tormenta”, dijo Florian Otto, director de Investigación para Europa de la consultora de riesgo mundial Verisk Maplecroft.