(Bloomberg) Abu Anas al-Falluji da a cada uno de sus tres hijos un comprimido de Valium de 5 miligramos a la hora de irse a la cama para que puedan dormir a pesar del estruendo del fuego de cohetes y morteros mientras las fuerzas iraquíes combaten a Estado Islámico. Según dice, también lo hace para evitar cualquier posible dolor si algún proyectil cae sobre la casa de la familia.
La vida en Fallujah –la primera ciudad iraquí que cayó en manos de los extremistas y que ahora pone a prueba su capacidad de mantenerse- abunda en rutinas tétricas. Cada noche, por las dudas, al-Falluji se despide de su esposa. Ella duerme con pantalones. “Si morimos y tienen que desenterrarnos de entre los escombros, nadie le verá las piernas ni el cuerpo”, explica al-Falluji en entrevista telefónica desde la ciudad.
La lucha que apoyan los Estados Unidos para recuperar Fallujah ya lleva tres semanas. Una victoria allanaría el camino para una campaña para liberar Mosul y expulsar a Estado Islámico de su mayor bastión en el segundo mayor productor de la OPEP. Pero un revés podría asestar un golpe mortal al gobierno del primer ministro Haidar al-Abadi, que ya se ve asediado por protestas populares y tensiones entre grupos.
Enfrentamientos sectarios
Fallujah ha sido central durante más de 10 años de violencia en Irak. Fue la primera ciudad que se levantó contra la ocupación de los Estados Unidos tras el derrocamiento de Saddam Hussein en 2003. En marzo de 2004, extremistas quemaron vivos a cuatro contratistas estadounidenses de Blackwater, luego de lo cual arrastraron los cadáveres por las calles de Fallujah y los colgaron de un puente. Las fuerzas estadounidenses bombardearon la ciudad durante meses.
Una década después, la tensión entre grupos convirtió a la ciudad en presa fácil para Estado Islámico. El grupo jihadista aprovechó la ira que los musulmanes sunitas de Fallujah sentían hacia los gobernantes shiítas de Bagdad.
Estado Islámico también tiene mucho en juego en Fallujah, y eso se hace evidente en la forma en que informa sobre la batalla, según Charlie Winter, investigador asociado de la Iniciativa Transcultural sobre Conflicto y Violencia de la Universidad del Estado de Georgia. En otras ciudades donde se lo atacó, el grupo prohibió a sus miembros hablar sobre las operaciones. Esta vez prácticamente bloguea en vivo el desarrollo del conflicto.
“No puede permitirse abandonar Fallujah”, dijo Winter, que estudia la propaganda del grupo. “Renunciar sin dar batalla sería mortal para su relato”.