La historia de las computadoras es una de creciente intimidad. Al principio, se tenía que alquilar el uso de las mainframes; luego vinieron las computadoras personales (PC), que la gente podía comprar y llenar de todo tipo de información. Hoy, los smartphones van a todos lados en los bolsillos de sus dueños y sirven para todo, desde bitácoras y cámaras hasta asistentes personales activados por la voz.
De acuerdo con muchos tecnólogos, el próximo paso será trasladar la computadora del bolsillo al propio cuerpo humano. La idea es desarrollar un par de “lentes inteligentes” que realicen muchas más funciones que un smartphone. La solución sería una tecnología llamada realidad aumentada (RA), que consiste en añadir información computarizada a la información física ya existente en la visión que el usuario tiene de la realidad.
Ya existen versiones tempranas de esta tecnología y si se consigue que funcione como esperan sus promotores, la RA podría brindar una forma nueva y mucho más íntima de interactuar con las máquinas. De hecho, podría transformar la propia realidad en una gigantesca pantalla de computadora.
De momento, las aplicaciones más populares de esas versiones incipientes se hallan en los smartphones. Es el caso del juego Pokémon Go, que por algún tiempo encandiló a la gente el año pasado, que utiliza una forma primitiva de la tecnología. Otra aplicación popular es Snapchat: cuando los adolescentes colocan orejas de conejos a sus amigos y familiares, están utilizando RA. Su casa matriz (Snap Inc.) acaba de anunciar que lanzará una oferta pública inicial (IPO) con la que espera captar US$ 3,000 millones.
Potencialidades
Pero la tecnología está progresando rápidamente. Ya son varias las compañías que ensamblan lentes inteligentes, por ahora bastante simples, que pueden proyectar imágenes planas. Este tipo de dispositivo se está haciendo popular entre las empresas de almacenamiento y manufactura, porque los pueden usar para emitir instrucciones a sus empleados sin que estos tengan que interrumpir sus tareas.
Entretanto, firmas como Magic Leap, Meta y Microsoft están desarrollando dispositivos más avanzados que pueden percibir el entorno y reaccionar ante este, mediante la proyección de convincentes ilusiones tridimensionales. Microsoft está realizando pruebas con sus lentes HoloLens en facultades de Medicina —proporciona a los alumnos cadáveres virtuales para que practiquen disecciones— y en firmas de arquitectos —varios diseñadores pueden trabajar juntos sobre una representación digital de una construcción—.
Sin embargo, diseñar una tecnología ingeniosa no es lo mismo que generar una revolución. A menudo, los factores sociales determinan el camino hacia la adopción masiva de un producto o servicio. Uno de ellos es la estética. Los HoloLens son impresionantes, pero pocos pensarían que se trata de un accesorio atractivo porque su extraña apariencia hace que quien los luce se vea raro en lugar de “cool”.
Un motivo por el que el iPhone tuvo tanto éxito es que es una hermosa pieza de diseño. Su acabado metálico y componentes de alta calidad, aunados a la enorme campaña publicitaria que montó Apple, ayudaron a posicionarlo como un accesorio deseable.
El otro problema importante es la aceptación. El caso de unos lentes inteligentes que fueron muy promocionados debería hacer pensar a las empresas que piensan comercializar nuevas versiones. Fue el 2013, cuando Google lanzó su “Glass” a un segmento especialmente seleccionado del público.
Hubo unos que opinaron que los lentes se veían ridículos y muchos que lo encontraron siniestro, pues les inquietaba que sus usuarios pudiesen estar filmando secretamente a cualquiera que estableciera contacto con ellos. El producto se convirtió en un paria social y dos años más tarde, la compañía lo retiró del mercado.
Ambos inconvenientes son solucionables. Las computadoras se hacen cada vez más pequeñas, lo mismo que sus costos de producción. Así que podría ser muy posible que llegue a desarrollarse una computadora de RA útil y a precio asequible que se vea como un par de lentes atractivos. La etiqueta social también evoluciona, de modo que la generación del Snapchat podría no hacerse problemas con la idea de estar perpetuamente frente a una cámara.
Mientras se llega a esa etapa, es probable que la primera incursión de la RA ocurra en el mundo laboral, en el que los jefes puedan requerir a sus empleados colocarse lentes sin que las exquisiteces sociales sean un obstáculo y sin que importe que se vean ridículos. En otras palabras, es muy posible que esta tecnología siga el mismo camino hacia la fama que los smartphones.
Los primeros teléfonos móviles eran pesados y tenían el tamaño de ladrillos. Eran usados mayoritariamente por banqueros pretenciosos y solían ser el blanco de burlas. Uno no se pondría unos HoloLens para salir a bailar, pero dentro de 20 años, sus hijos podrían lucir a toda hora un descendiente lejano de esos lentes.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
*© The Economist Newspaper Ltd,
London, 2017*