(Bloomberg).- En años humanos, Woodrow es un adolescente, así que se entiende que su amor haya sido más bien ciego. Tras un comienzo embriagador, ella empezó a llegar tarde a las citas. Después se fue de viaje a Grecia. Al volver, comenzó a dejarlo plantado. La gota que colmó el vaso fue cuando Woodrow vio a su amada andando alegremente en bicicleta… con otro perro trotando junto a ella.
Woodrow lucía desconsolado (aunque así es como luce siempre).
Pasear perros —a la antigua, de forma analógica— es un negocio imperfecto. Encontrar e inspeccionar a un buen paseador suele acarrear investigaciones confusas y contradictorias por internet, desde Yelp hasta Craigslist. Además, no hay forma de saber qué tan bueno o malo es un servicio de paseadores. Llegar a casa y ver que el perro está vivo y la casa inmaculada es más o menos el único criterio de éxito, a menos que uno espíe por cámara o vecino.
Advirtiendo que allí hay espacio para mejoras, una jauría de startups está tratando de sacarle la correa al hijo de su vecino. No menos de cuatro empresas bien provistas de capital de riesgo están abarrotando el negocio local de pasear perros, como unas Uber para los amigos cuadrúpedos. Woodrow, como muchos apuestos jóvenes neoyorquinos, se prestó con entusiasmo a una avalancha de citas online para ver cuál era la mejor.
[Reporte del paseo de Woodrow. Foto: Wag Labs]
Detalles.
Lo que el algoritmo de búsqueda es para Google y el filtro chiflado para fotos es para Snapchat, lo es el emoji de un “regalito” para la nueva ola de empresas de paseadores de perros. Al pasear con smartphones, estas empresas literalmente le marcan al cliente en un mapa digital dónde un cachorro paró, olisqueó e hizo sus necesidades, lo que suma un nivel de detalle —quizás demasiado— a la cuestión de si una caminata fue, digamos, productiva.
Este es el principal atractivo comercial de Wag Labs, que opera en 12 grandes ciudades, y Swifto, presente en Nueva York desde 2012. Ambos servicios monitorean el recorrido de los paseadores con su pichicho por GPS, para que los clientes vean la ruta de su mascota en tiempo real con aplicaciones dedicadas. Esto resuelve el persistente interrogante con los paseadores: si el paseo se efectuó y hasta qué punto.
Tras sacar a Woodrow a dar una vuelta, ambos servicios presentaron informes con mapas de las rutas, el tiempo, la distancia, una breve reseña y una foto del perro. Con las orejas colgándole flojas, amplia sonrisa de lengua afuera y ojos vidriosos, Woodrow parecía un hippie extasiado.
Esperanza.
Luego probamos DogVacay y Rover, las otras dos startups de las guerras de paseadores. Estos servicios no son ni por asomo tan elegantes con sus informes de estado, pero son mucho más grandes y están mejor financiados. Juntos, captaron US$ 138.5 millones de algunos de los inversores en capital riesgo más influyentes de Silicon Valley. Para programar un recorrido, ambas plataformas llenan mapas con paseadores cercanos, cada uno de los cuales fija su propio precio.
Esta es una adopción completa de la economía de las changas al estilo de Uber. Mientras que Swifto y otros servicios regionales contratan a los paseadores y les exigen que se comprometan a realizar un número mínimo de paseos, DogVacay y Rover se orientan a los amantes de los perros que quieran ganar algunos dólares extras un lunes por la tarde.
La esperanza de esta nueva jauría de empresas es que la demanda de paseadores de perros sea en realidad mucho mayor de lo que parece. El máximo ejecutivo de Rover, Aaron Easterly, habla de un “mercado en las sombras”: gente que no le confía su bicho a un extraño y pide favores a amigos o familiares o simplemente obliga a su cachorro a aguantarse algunas horas más.
“Si se puede superar la barrera de la confianza y normalizar esto (…) creemos que se puede provocar una función escalonada en el tamaño del mercado”, explica.